EL AMOR POR LA JARDINERÍA ES UNA SEMILLA QUE UNA VEZ SEMBRADA NUNCA MUERE. -GERTRUDE JEKYLL
Antes de comenzar a leer el artículo, les pido que pensemos en los parques que nos rodean o en los que hemos visto en otras ciu- dades y en fotografías, espacios que se vuelven icónicos. Pensemos en los árboles que nos dan sombra mientras caminamos, en las jardineras que cambian de color según la estación y modifican nuestro escenario cotidiano y en las fuentes que nos desconectan del ruido en medio de una plaza. Me imagino que ahora, solo de pensarlo, ya les habrán venido muchos espacios verdes a la mente, espacios de contemplación o de gozo, espacios que nos ayudan a desconectarnos del caos citadino.
Según la zona en la que se viva en la Ciudad de México, al abrir la ventana o salir de casa, nos encontramos con un gris inerte, muros, postes, banquetas. De repente, podemos ver un árbol –o varios–, algunas plantas en jardineras o plantas silvestres que sobrevivieron a las adversas condiciones citadinas y que nos dan un respiro al pensar que aún quedan espacios verdes dentro de esta inmensa mancha urbana. Todavía tenemos una pequeña conexión con la naturaleza dentro de las urbes, y a decir verdad, es este crecimiento desmedido de las ciudades el que nos ha hecho valorar la naturaleza y resentir también su falta.
Bajo esta premisa, les garantizo que cada vez son más necesarios los paisajistas. Me han preguntado varias veces ¿qué es paisajismo? En realidad, si no estás involucrado en el medio de la arquitectura y el diseño, es normal que este término no te diga mucho o que sea más fácil que pienses en “jardinería” y, aunque ambas profesiones se requieren mutuamente, la diferencia está en que la arquitectura de paisaje o paisajismo proyecta, diseña y construye en espacios abiertos, que conjugan el medio natural con el construido.
El paisajismo toma en cuenta las necesidades humanas en función de su medio natural, con formas, texturas, contrastes, colores, usos y la composición del espacio, considerando las condiciones ambientales, además del contexto social y cultural, y partiendo de que un espacio no puede existir sin que alguien lo vea, lo viva y lo sienta.
Cada vez que vemos un parque, las áreas verdes de una avenida o de una plaza pública, piensen que detrás de este trabajo siempre hay un paisajista que adaptó su proyecto a una buena planeación urbana. Para crear vida en los espacios artificiales o construidos, se emplean plantas como medio de expresión, teniendo de la mano a una poderosa cómplice, la naturaleza que es la mejor fuente de inspiración.
El paisajismo es una actividad con la que se configura el entorno e involucra muchas disciplinas: biología, ecología, agronomía, diseño, arquitectura, urbanismo, química, sociología, es decir, es multidisciplinaria. El mayor secreto en este trabajo, es la observación.
Observar con detenimiento y sobre todo paciencia, es la clave para aprender, comprender y trabajar con plantas, pues hay que conocer los ciclos de la naturaleza para idear proyectos a futuro, considerando el tiempo que tardarán en darnos los resultados estéticos que esperamos, analizar cómo evolucionará nuestra propuesta, cómo cam- biará la primera imagen que obtuvimos con el tiempo, cómo se transformará con el crecimiento y el desarrollo de las plantas. Son ellas y las condiciones climáticas las que dictan el diseño.
Es importante hablar un poco sobre la historia del paisajismo para entender los grandes resultados que hemos logrado hasta ahora. Antes de 1800, ya se hablaba del “arte de la jardinería” que posteriormente se nombró arquitectura de paisaje. Desde la antigüedad, tenemos referencias de creaciones esplendorosas con plantas, como los jardines colgantes de Babilonia que, sean mito o realidad, son un ejemplo asombroso de la planificación urbana que hace 5,000 años contempló un jardín con cascadas y riachuelos, sistemas de riego de punta y de ingeniería hidráulica, que hablan de un gran conocimiento del terreno y del entorno.
Del mundo árabe antiguo tenemos mucho que aprender, desde los mejores sistemas de riego –que se utilizan aún hoy–, el aprovechamiento del espacio y de las condiciones climáticas, sus grandes áreas de cultivo de diversas especies, sus singulares jardines simétricos, aromáticos y con diferentes colores y texturas, y la integración del agua como el elemento central de toda la composición.
En la Edad Media, los jardines fueron espacios cerrados de contemplación y de consumo con hortalizas, hierbas y flores, que ya mostraban una planeación en el terreno. Durante el Renacimiento, los grandes jardines eran sumamente recargados y fueron también una muestra de riqueza, de poder, que solo las clases altas podían disfrutar. Eran jardines que se planificaban siguiendo un orden geométrico, no orgánico, manteniendo una poda rígida y estructurada en toda la paleta vegetal, creando simetrías y alturas medias que permitían una visión de conjunto. La cumbre de este concepto del paisajismo son los jardines de Versalles.
No es sino hasta que aparece el tan conocido “jardín inglés” que la tendencia de jardines geométricos se comienza a “soltar”, buscando darles un aspecto más natural a los espacios exteriores.
Del otro lado del mundo, en el lejano Oriente, el jardín japonés se basa –desde antiguo– en la armonía, en integrarse y respetar el entorno natural utilizando diversas texturas, elementos pétreos como acentos y el agua como un elemento importante. A partir de la Revolución Francesa, estos espacios verdes cerrados y excluyentes, comenzaron a abrirse, dando origen a los primeros parques públicos, espacios incluyentes, una inclinación que adoptaron diversos países a lo largo del mapa europeo.
NO PLANTS NO LIFE, ASÍ DE FÁCIL.
No es sino hasta 1829 cuando se habla por primera vez de arquitectura de paisaje, gracias a un comerciante escocés, un amante de la agricultura que menciona el término por primera vez en el libro The Landscape Architecture of the Great Painters of Italy. Sin embargo, el término lo popularizó John Claudius Loudon, un botánico, químico y horticultor escocés, que se autonombraba paisajista y que publicó diversos textos, además de recorrer Europa, lo que le permitió implementar nuevos sistemas en la construcción de invernaderos y posteriormente realizar trabajos importantes de planeación urbana basada en espacios verdes y así mejorar la vida de las ciudades. También se le conoce una teoría sobre cómo plantar de manera óptima para garantizar un buen crecimiento de las plantas.
Un personaje muy trascendente en la historia de esta profesión, en el naciente siglo XX, fue Frederick Law Olmsted, botánico autodidacta, primer arquitecto de paisajes con título, de acuerdo a algunos autores. Fue el encargado de planificar una red de parques, siendo el más conocido, el emblemático Central Park y el Prospect Park de Nueva York. De Francia tenemos a Georges Eugène, Barón Haussmann, servidor público, político y arquitecto, encargado de reformar gran parte de París. Diseñó el Bosque de Bolonia, proyectó grandes bulevares y amplias avenidas, y es reconocido por esta nueva visión de concebir las ciudades. Uno de sus discípulos, un arquitecto paisajista llamado JeanClaude Nicolas Forestier, proyectó diversos parques y jardines en París, además de ser el responsable del proyecto de Montjuic, en Barcelona.
Podemos hablar también del inglés Geoffrey Jellicoe, amante de su pro- fesión de diseñador de paisaje y de jardines, quien a mediados del siglo XX fue presidente y fundador de la International Federation of Landscape Architects (Federación Internacional de Arquitectos Paisajistas), que reconoció por primera vez de manera formal a la comunidad de arquitectos paisajistas.
En México, con gran influencia principalmente francesa, Miguel Ángel de Quevedo, ingeniero y amante de las plantas, conservacionista de flora y a quien se le conoce como “El apóstol del árbol”, trabajó en diversas instancias relacionadas con temas forestales. A él le debemos los Viveros de Coyoacán, un proyecto planteado para producir millones de árboles y que por suerte aún podemos apreciar hoy en día.
Actualmente, podemos reconocer el trabajo de grandes arquitectos como Eliseo Arredondo o Luis Barragán, quienes marcaron una línea importante en el paisajismo en México. En los últimos cinco años, en México, los trabajos creativos han adquirido más fuerza e importancia. Hoy en día, nuestro país es reconocido en el ámbito internacional por su diseño y arquitectura, y el diseño de paisaje ha jugado un papel clave para este reconocimiento, ya que en gran medida, de esto depende una buena planeación urbana y el alcance de una mejor calidad de vida en las ciudades.
Para quien quiera ver algunos proyectos de paisaje admirables en nuestro país, recomendamos sin duda la Biblioteca Vasconcelos, el Jardín Botánico de Culiacán y el Parque Bicentenario, aunque podríamos nombrar un sinfín de ejemplos.
Para concluir, diremos que en México hay materia dispuesta y grandes cabezas que seguirán realizando increíbles proyectos, ejemplo para otros países y para las futuras generaciones.
Artículo realizado en colaboración con:
POLEN
Polen es un despacho de diseño fundado en 2010, en la Ciudad de Mé- xico por Alejandra de la Cerda y Ana Julia Carvajal. Se enfoca principal- mente en el diseño de paisaje y para ello, un equipo multidisciplinario de diseñadores industriales, arquitectos, paisajistas, agrónomos y jardineros intervienen planteando sus inquietudes y conocimientos con el n de lo- grar proyectos integrales, conscientes y armónicos, en los que se re eja el respeto hacia el entorno y hacia el bienestar de los usuarios para que puedan disfrutar de los espacios verdes de una manera única y personal.
P. www.polendisenovivo.com
Texto por: Ana Julia Carvajal
Fotos por: Jerónimo Villar