Salgo un viernes de trabajar, cansada y con un millón de pendientes en la mente. La primer idea que me viene a la cabeza es la incesante necesidad de realizar alguna actividad relajante. Había visto en internet varios sitios que ofrecían masajes, clases de yoga, distintas terapias de meditación, pero nada de esto me convencía del todo. En realidad lo que yo estaba buscando era algo que me purificara desde el interior, que alineara mi organismo y me quitara ese peso de encima que tanto me venía molestando. Fue entonces que se me prendió el foco y recordé una plática de amigas en la que tocamos el tema sobre lugares increíbles que existen dentro de la Ciudad de México en donde realizar actividades al aire libre, fue así que decidí visitar el parque ecológico los Dínamos.
Mi humor cambió automáticamente al imaginarme que al día siguiente estaría disfrutando de la naturaleza en su máximo esplendor. Busqué mi bici de ruta entre los escombros de un olvidado garaje de mi departamento y al encontrarla recordé lo mucho que extrañaba andar en mi preciada bicicleta –que sin duda no era último modelo- pero tenía un enorme valor sentimental por todas las experiencias que sobre ella había vivido. Cómo olvidar aquél recorrido por los viñedos de Baja California o la carrera de 160 kilómetros por las costas de Cozumel. Mi mente se inundó de increíbles recuerdos y aún más aumentó mi emoción por la actividad del día siguiente.
Despierto y el olor a café recién preparado deleita mis sentidos. Recolecto todo mi equipo, guantes, casco, lentes, zapatos y salgo muy emocionada por la puerta con mi bicicleta. Llego a mi camioneta cargando todas mis cosas y me doy cuenta que olvidé instalar mi rack, antes de hacer corajes y para evitar perder más tiempo, recordé que mi cajuela era lo suficientemente amplia como para llevar hasta 3 bicis, entonces con las manos cargadas de equipo, pasé el pie por debajo del sensor de la cajuela para abrir la puerta y metí todo mi equipo allí dentro, son esas pequeñas soluciones tecnológicas que sin duda nos arreglan la vida. Un vecino que de pronto apareció a mi lado, me comentó que él – quien se dedica a la construcción- sería muy feliz con un vehículo de cualidades tan prácticas. Es fácil entender por qué puedes engrandecer tus días cuando una Buick Envision, te acompaña.
Pongo algo de música y emprendo el viaje hacia los Dínamos. Seleccioné mi playlist que incluye muchas canciones, pensando que mi trayecto sería largo, pero me sorprendí al darme cuenta que no habían pasado ni 20 minutos cuando ya me encontraba en la entrada del parque. Entro por una pequeña vereda que poco a poco se fue abriendo camino hasta llegar a lo que para mí debe de ser lo más cercano a un paraíso.
Arranco el recorrido, y me encuentro con un bosque repleto de árboles en distintos tonos de verde, algunos altos, otros bajos, unos algo chuecos y otros cuantos retacados de flores, adornando así el paisaje en miles de colores y texturas. El olor es probablemente lo que más captaba mi atención, una mezcla entre los diferentes aromas que desprende la naturaleza, respirar aire puro y sentir la humedad que el bosque provocaba fue algo que sin duda alegraba mi camino. Cuando me aproximaba al kilómetro 20 me encontré con cascadas, niños pescando truchas de la mano de sus padres, casas de campaña perfectamente instaladas y hasta un grupo de 10 personas cabalgando hacia la montaña. Cada kilómetro que recorría me encontraba con algo nuevo, pero el highlight del fue cuando me encontré con un rio cristalino. Me sentía algo cansada por lo que bajé de la bicicleta para refrescarme un poco. Mientras recolectaba agua del río con las manos y me mojaba la cara, se acercó una persona que portaba un chaleco que leía STAFF. Fue él quien me platicó que esta agua –que tanto estaba disfrutando- provenía del río Magdalena, uno de los pocos ríos vivos que existen dentro de la Ciudad de México. Mi pregunta inmediata fue: ¿a qué te refieres con “río vivo”? Me contestó que se trataba de aquellos ríos que poseen un caudal natural, que tienen agua de calidad proveniente de manantiales y que crean un ecosistema rico en flora y fauna, entre muchas otras características fascinantes. Al darme cuenta que me encontraba frente a una maravilla natural oculta dentro mi ciudad, pospuse el viaje en bicicleta, me acosté a orillas del río, cerré los ojos y me dejé llevar por el momento, disfrutando de la música que creaba el movimiento del agua, la frescura que ésta provocaba en mi cuello y el olor puro al bosque que me rodeaba. ¿Quién hubiera podido imaginar que dentro de nuestra ciudad existiera tan increíble maravilla natural? ¿un río vivo dentro de una de las ciudades más grandes del mundo? Dicen por ahí que todos los días se aprende algo nuevo, hoy aprendí que mi país no solamente es rico en biodiversidad en estados como Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Baja California, la Ciudad de México guarda también fascinantes secretos.
Deleitarse a cada segundo y saborear todos tus momentos. Así se vive el verdadero lujo. Descubre más formas de disfrutar tu camino, haz click aquí.
Fotos por Mónica de León.