Texto por Paola Garza Córdoba
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Correr y meditar, aunque en primera instancia no lo parezca, son dos conceptos con muchas similitudes. Ambas actividades se caracterizan por su simplicidad y minimalismo. Para correr, uno solo necesita un par de tenis y ropa cómoda, así como para meditar uno no necesita más que un ambiente cómodo y tranquilo.
Podríamos decir que correr es en sí un acto de meditación pura. Cada vez que un corredor comienza una carrera o un entrenamiento deja que su cuerpo se dedique a realizar un movimiento repetitivo y constante que acaba sincronizándose con su respiración, misma que le permite estar en el aquí y ahora, en ese instante que conocemos como presente. De manera indirecta e inconsciente todos los corredores acaban meditando en sus recorridos.
Si eres de los que les gusta lo zen, no dejes de explorar distintas técnicas de meditación que pueden ayudarte cuando salgas a la calle. Pero aquí te mencionamos un par que son compatibles con la corrida.
Algunos tipos de meditación utilizan una técnica de visualización en su práctica, misma que puede ser muy útil al momento de correr una carrera importante. Cuando la mente visualiza el éxito y lo cree posible, el cuerpo no se detiene a pesar de las incomodidades. Dos kilómetros o veinte más serán fácilmente superables.
En la meditación zazen existe una práctica llamada kinhin, en la cual la meditación se realiza caminando a una velocidad lenta. Las enseñanzas de este tipo de meditación pueden ser aplicadas al correr con la intención de hacer de esta actividad algo mucho más ameno y orgánico. A continuación te proponemos estos pasos que puedes aplicar la próxima vez que te pongas tus tenis y salgas a la calle.
Al empezar a correr fíjate en cómo se siente tu cuerpo. ¿Se siente pesado o ligero? ¿Está relajado o tenso? Percátate de tu postura y tómate unos minutos para responderte estas preguntas. No intentes cambiar tu forma de moverte, solamente toma consciencia de ella.
Al ya haber recorrido una distancia significativa, comienza a observar lo que te rodea. Gente, letreros, aparadores de tiendas, los colores de los coches. No pienses demasiado en las cosas que ves, tan solo reconoce su presencia.
Después, enfócate en los sonidos (intenta correr sin música para que puedas conectar mejor con tu cuerpo y tus emociones). ¿Qué escuchas? ¿Qué sonidos llaman tu atención? Tampoco intentes descifrar su fuente, solamente reconócelos, déjalos ir y venir.
Pasados treinta segundos, comienza a enfocar tu atención en los olores del ambiente. Algunos serán agradables y otros desagradables. No interactúes con ellos. Puede ser que un olor te recuerde a una persona y la historia que tienes con ella. Lo importante es que no te involucres en estos pensamientos. Deja que los olores pasen sin influenciarte.
Finalmente, concéntrate en sensaciones físicas o en tus emociones. ¿Cómo se siente el sol sobre tu piel? Observa la intensidad del calor. ¿Quema? ¿Es agradable?
Si aun practicando estos pasos tu mente no deja de viajar con tus pensamientos, intenta concentrarte en el sonido de tu respiración o incluso en el sonido de las suelas de tus pies golpeando el piso. Recuerda, aunque no medites en el momento mismo de correr, la meditación como práctica previa te ayudará a ser un mejor corredor y a superar sin mucha dificultad los obstáculos de cada carrera.