
La cultura encuentra nuevas formas de expresarse y expandirse. La música es capaz de mover masas y construir comunidades, para convertirse en una de las manifestaciones más poderosas de identidad. El whisky, por otro lado, con su complejidad aromática y su tradición, también ha sido un vehículo para acompañar celebraciones, marcar transiciones y dar un matiz de ritual al placer. Cuando estos dos se cruzan, se genera un lenguaje compartido en el que la melodía y el trago evocan emociones que hablan de personalidad y disfrute.

Así nace la colaboración entre Sabrina Carpenter y Johnnie Walker Black Label, anunciada a nivel global como un proyecto que une la frescura de una artista en pleno ascenso con la herencia de una marca que ha evolucionado por generaciones. Sabrina, tras el lanzamiento de Man’s Best Friend y el éxito de su Short n’ Sweet Tour, aporta la audacia de una nueva etapa creativa, marcada por la seguridad y la autoexpresión. Johnnie Walker, por su parte, encuentra en esta alianza la oportunidad de dialogar con una generación que busca autenticidad, diversión y la posibilidad de vivir lo clásico desde otra mirada.
La campaña se presenta como un espacio para descubrir el whisky a través de los gustos personales de la artista, con reinterpretaciones de cocteles icónicos, como el Manhattan, el whisky sour o el highball. Estas bebidas funcionan como una extensión de su música: sofisticadas pero accesibles, familiares pero inesperadas.
Hoy, los embajadores no se limitan a prestar su imagen. En cambio, buscan dar forma a experiencias, transmiten valores y, en el mejor de los casos, crean momentos que conectan con la memoria de todos. Sabrina Carpenter encarna esa evolución. Su estilo seguro y desenfadado se alinea con la filosofía de Johnnie Walker de seguir avanzando con propósito. La colaboración se presenta como un intercambio en el que la música aporta frescura y energía, mientras el whisky ofrece profundidad y tradición.
IG. @johnniewalkermx