Con un estilo muy particular, el fotógrafo francés Stéphane Couturier es reconocido alrededor del mundo gracias a una perspectiva que, por medio de su obra, replantea la visión que tenemos de ciertos elementos urbanos y construcciones estéticamente insignificantes, para convertirlas en algo totalmente diferente en nuestras percepciones.
Su obra captura la poesía intrínseca de las líneas y la simetría escondida en la arquitectura urbana, de tal manera que evidencia la belleza escondida de estas estructuras inanimadas. El planteamiento que propone Couturier antagónico al que la mayoría experimenta naturalmente: la belleza en el abuso del concreto, en la huella imborrable del ser humano y la terrible verdad del desgaste que se genera con el tiempo. El fotógrafo incita al espectador a buscar lo maravilloso entre lo abrumador y a encontrar la belleza en lo cotidiano y lo que observamos generalmente como negativo de nuestro entorno.
A partir de 2005 comenzó a utilizar como técnica el montaje digital, como una forma de reinterpretación personal del sujeto, es decir, la ciudad u obra retratada. Al principio tuvo problemas para hacer a un lado la fotografía análoga y adentrarse en el mundo digital; sin embargo, fue el inicio de una era, por lo que fue inevitable tomar esta nueva tecnología y experimentar con ella. Aprendió de esta técnica que el inicio de su trabajo -dos fotografías análogas documentales, fusionadas con montaje digital –termina por representar una unión entre la realidad tangible y la virtual y, de cualquier manera, mantiene sus raíces documentales, ya que pueden separarse en cualquier momento y obtenerse las fotografías análogas nuevamente.
Su obra ha sido aclamada internacionalmente y es coleccionada por museos como el Centre Georges Pompidou, el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles y el Museo de Arte Moderno Grand-Duc Jean de Luxemburgo.