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Supersticiones y crónicas de viajero

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Por Luis Gonzalez

La superstición ha existido siempre, incluso ha sido una invitada muy especial en la historia de la humanidad. Ahí encontramos una de las prácticas que pareciera albergar cómodamente a la superstición: Los viajes. Es allí donde me he propuesto enfocar la curiosidad, indagando algunas de las prácticas que la gente suele abordar en el proceso, necesario, de transportarnos: esa acción especial que vincula trasladarnos, emigrar, movernos.

Piénsenlo por un momento, todos tenemos algún ritual -no necesariamente religioso- para sentirnos más seguros. Sí, hasta Cristóbal Colón y Vasco Da Gama tenían como amuleto a la piedra Turquesa para tener éxito en sus aventuras y evitar lo que varios marineros llamaban “ataques de mar”. O Hitler, de quien aseguran, tenía una obsesión con la Lanza de Longinos, también conocida como la Lanza de Cristo, aquella que utilizara un soldado romano, Longinos, para atravesar un costado de Jesús mientras estaba crucificado. Si bien, ésto sigue siendo considerado como una leyenda dentro del Best Seller La lanza del destino de Trevor Ravenscroft, hay algunos estudios que parecen validar estos argumentos como fiables.

En México tenemos “una oferta y demanda” infinita en cuanto a superstición se refiere, y muchos de los viajeros como Marta, empresaria de 45 años y originaria del estado de México, recurren a ella para que haya buen camino. El último amuleto que Marta compró fue para su viaje a Brasil, fue en el mercado de Sonora, uno que correspondía a la Santa Muerte y que le costó 35 pesos mexicanos. «Ella siempre me cuida a donde quiera que voy, siempre le traigo algo del país que visito, ya sea unos cigarros, una veladora o un perfume que me haya comprado para compartirlo con ella y así personalizar mi altarcito», asegura, mientras otro comprador en el puesto de al lado pide por un amuleto para la inmigración y protección, algo que debió ser inventado desde que se acentuó la salida de miles de mexicanos hacia Estados Unidos. Miguel sólo me dijo que el amuleto era para su sobrino, gastó 175 pesos en él.

Hay otro tipo de “ritos” más personales, como comenta Alexis de 33 años, administrador y diseñador gráfico: «Tengo un ritual que gira alrededor de la muerte. Siempre he pensado en que no quiero morir sin haberme despedido de mis seres queridos. Así que unos días antes de salir, hago un escrito dirigido a mis padres y hermana, que incluye alguna nota para mis amigos y familia. También hablo sobre cómo repartir mis pertenencias; la nota la dejo en algún lugar visible de mi recámara. Al regreso del viaje nunca faltan los tacos para recobrar el sabor de mi DF, después llegó a casa para guardar o romper la nota que dejé».

Ana, estudiante colombiana de 23 años, tiene otro tipo de ceremonia un tanto particular. Dice que cada vez que viaja en avión, no puede salir sin ropa interior provocativa: «La verdad sueño con que voy a encontrar a alguien que me cumpla la fantasía de tener sexo dentro del baño de una aeronave, y para éso, tengo que estar preparada». Ana, sigue esperando el momento, y si alguien tiene el interés de coincidir con ella en el viaje para cumplirle su fantasía, su celular es… lo siento, no sería correcto publicarlo. Mejor, viajemos a Rusia, destino en donde también encontramos tradiciones que están relacionadas con el camino. En algunos sitios existe la costumbre de sentarse en silencio con la familia, solo o con amigos, por algunos minutos antes de partir a un largo viaje para que el camino sea exitoso. Volver a casa inmediatamente después de haber partido de viaje, pronostica un camino tortuoso. Si el viajero necesita volver a casa, debe mirarse al espejo antes de salir por segunda vez para evitar la mala suerte.

En otras latitudes, volteemos a España con Jairo de 38 años, músico y cerebro de DEPEDRO, una de las mejores propuestas musicales del país ibérico, grupo que viaja con éxito por diversas partes del mundo. Para él hay un ritual que le gusta respetar a cada viaje: «Antes solía estudiar concienzudamente el sitio al que me dirigía , ahora me dejo llevar por el instinto e intento que sea un viaje de mano de la gente que me espera, me interesa más la sorpresa e intentar ver el lugar a través de sus ojos». Además, Jairo no puede salir sin un libro, da igual que no lo abra; «me gusta pensar que en esos momentos de  los que se compone la mayor parte de la vida de un músico, es decir, esperar, puedo abrir mi libro y sentirme seguro», agrega.

Carlotta, fotógrafa italiana de 30 años de edad, asentada en Londres, cree en las precauciones más que en rituales o amuletos: «Si tengo que hacer largos viajes en avión, tomo una aspirina diaria, desde el día antes de mi viaje, hasta el día después. Se supone que los viajes largos en avión, te hacen la sangre más densa y la aspirina debería balancear eso». Un buen tip para tomar nota.

Por último, le pregunté a Nohemí, azafata de 27 años, acerca de las supersticiones que pueda tener una persona que vive la mitad de su vida sobre un avión. «De supersticiones, en la aviación se dice que si hay mal tiempo y mucha turbulencia es porque algún tripulante se portó mal», ella sonríe y sigue: «Nos hemos percatado que todo aquel que sea prepotente, descortés o desaire a una sobrecargo, termina siendo víctima de su propio karma. La verdad es que sí se les regresa (se les voltea el jugo de tomate en el pantalón, se les atora la puerta en el baño, se asustan con la indeseada turbulencia, se les duplica la cruda, en fin.) También creo que llevar niños a bordo crea una buena vibra en la cabina». Asiente.

A Nohemí, como a muchas más sobrecargos de vuelos nacionales les preocupa la violencia que se vive actualmente en México sobre todo al norte del país, por ello nunca sale sin tener fe en Dios y me confiesa que en la aviación es una tradición utilizar una placa o pulsera de acero para que no se derrita grabada con nombre y tipo de sangre, por cualquier cosa. «La usé un par de años, pero luego la sentí de mal augurio y entonces dejé de usarla». Dice Nohemí.

Tener fe a quien sea o a lo que sea me parece bueno, es un complemento sano, pero hasta en éso hay que tener criterio para creer y cómo creer. Pues como hemos visto, a veces se tiene fe ciega en algún político, narcotraficante (¿llevaba coma?) o en un líder de alguna secta que invita al suicidio.

Un viaje siempre trae algo positivo y éso es lo que importa, así que ahora me recuesto sobre mi asiento, es el número trece, me abrocho el cinturón, veo hacia la ventanilla y escucho a Steve Wonder: “When you believe in things that you don’t understand, then you suffer, superstition ain’t the way, yeh, yeh”.