En una orilla del mundo, en la costa oeste de Vancouver Island para ser más exactos, se encuentra Tahsis, espacio que no alberga ni a 300 personas. Montañas nevadas repletas de pinos y la mira eternamente puesta en una entrada del océano Pacífico convierten este rincón en un destino inexplorado del ecoturismo. Es aquí donde Troy Moth ha decidido establecer su estudio fotográfico y trabajar en sus proyectos a largo plazo.
Casi 4,000 km separan la Ciudad de México de Tahsis, mismos que recorrí para entrevistar a Moth en su cabaña, con una taza de café en mano, sobre su pasado, su presente y su futuro. El fotógrafo nació en una plantación de árboles. La fortaleza de su madre, dice con los ojos muy abiertos como queriendo alcanzar un recuerdo, es una gran fuente de inspiración: “Aun con el embarazo avanzado, continuaba con su jornada laboral y cuando era un infante me dejaban en el campamento con los perros, ellos cuidaban de mi”.
Después, cuando se mudaron a Sooke, vivió completamente dirigido a la naturaleza: “Nunca tuvimos mucho dinero, pero teníamos mucha libertad”, declara. Sus padres jamás tuvieron un interés por las artes, le vino de adentro. Consigue una cámara a los 17 años y a través de su lente se dedica a retratar su mundo. “Recuerdo que cuando tenía 19 años fui a la cima de una montaña a capturar a las águilas apareándose en el aire, pareciera que van en caída libre, solo podía pensar que quería hacer fotografía por el resto de mi vida, así que lo hice”. Se sale de la escuela de negocios y se va a Toronto a estudiar su pasión, después se convierte en asistente de Hasnain Dattu y, cuando aprende a romper las reglas impuestas por la escuela y desarrolla su propio estilo, decide continuar su camino de forma independiente. “No fue nada fácil, durante un año apenas lograba pagar la renta, pero tampoco me importaba demasiado”.
Después conoce a Colston Julian. Cuenta que el click que tuvo con el fotógrafo fue inmediato, tanto que este lo invita a trabajar en Mumbai con grandes revistas como GQ, Vogue y Rolling Stone. Moth se introduce en el mundo de la moda y a los 25 años cumple el que creía que era su sueño: crear contenido para las publicaciones más influyentes del mundo fashion en producciones que involucraban a más de 30 personas con un presupuesto ilimitado.
“No podía creerlo, me la pasé increíble, realicé tres viajes a Mumbai hasta que un día, en pleno shooting de GQ, mientras todos hablaban de los nuevos zapatos que habían comprado, me di cuenta que ese ya no era mi sueño, yo no era genuinamente feliz”. Decide volver inmediatamente y un amigo aborigen, perteneciente a las Primeras Naciones de Canadá, lo invita a su powwow familiar, una ceremonia anual donde cantan y bailan. Moth cuenta que en ese espacio, alrededor de esas personas, su mente y ojos se abrieron a un nuevo mundo.
“Yo era el único hombre blanco. Recuerdo estar sentado al fuego con un anciano de la tribu, la mitad de su cara estaba pintada de negro y la otra mirad de blanco. También llevaba una cabeza de oso arriba de la suya. Lo primero que me dijo el anciano fue: ‘Has venido por una razón, tú eres un contador de historias y debes contar nuestra historia’. Esa noche no logré conciliar el sueño”.
Cuando vuelve a Toronto, vende todas sus cosas y maneja de regreso a Vancouver Island donde construye una cabaña. “Debía contar la historia, de alguna manera, pero también debía hacer dinero, así que continué haciendo fotografía comercial y me dediqué a representar artistas de todo el mundo y vender sus piezas”. Le tomó cuatro años realizar un cortometraje titulado Two Roads que contara la historia de la comunidad de Jerry, el anciano aborigen. La universidad de Toronto y de Victoria lo utilizan hasta hoy como material para la clase de Historia Indígena. “Aún no he terminado con la historia de Jerry”, asegura.
Su presente es Tahsis Farm, un proyecto que lleva en conjunto con dos socios, Josh Lambert y Mark von Nagy. Hace un año compraron 186 acres de costa oeste que han convertido en su hogar y donde reciben a artistas, geólogos, biólogos marinos, granjeros, creadores de apps y hasta a un amante de las tirolesas que está comenzando a construir las primeras dentro de la propiedad. Turcos, franceses, alemanes, suizos, austriacos e ingleses son algunas de las nacionalidades con las que me ha tocado toparme en mi estancia aquí como residente artística.
Tahsis Farm es un espacio en el que ya se comienza a gestar pequeños negocios en manos de terceros, para que los socios fundadores no pierdan su libertad y deban estar en Tahsis todo el año. Algunos de esos proyectos son un invernadero orgánico, una plantación de lúpulos para generar su propia cerveza, animales de granja y las tirolesas antes mencionadas. Sin embargo, planean construir cabañas para turistas y adentrarse más en el mundo de la tecnología: “Me encantaría que llegara el día donde alguien esté construyendo un robot en el taller”, confiesa sonriendo.
En cuanto a Tahsis Farm como proyecto a largo plazo, Troy sabe que llegará el día en que el espacio sea autosustentable y él solo se dedique a su arte: crear esculturas e instalaciones con una historia y significado que las sustenten para después tomarles una fotografía. Su serie galardonada The Nature Merchant es el proyecto en el que continuará trabajando. “He escrito notas para este concepto (The Nature Merchant) seis años y tomado fotos por cuatro, y ni siquiera creo que haya comenzado. Me interesa la conexión de los humanos con la naturaleza y cómo nos hemos ido distanciando tanto que debemos aprender las propiedades de las plantas de nuevo, por ejemplo”.
En cuanto a los artistas, la cabaña les provee de cama y alimento mientras desarrollan su arte y, cuando su residencia finaliza, dejan algunas piezas para que formen parte de la colección privada de este rincón en una orilla del mundo.
Platillo favorito
Carne de venado cocinada en la fogata.
¿Dónde vivirías si no fuera en Canadá?
Alaska.
¿Avión o cámper?
Cámper.
Última obsesión musical.
El último álbum de Kendrick Lamar, DAMN.
Próximos paisajes a explorar.
América Latina, en especial la Patagonia.
Lugar favorito en Canadá.
Haida Gwaii.
¿Montañas o playa?
Una combinación de ambas, como aquí en Tahsis.
¿Noche o día para caminar una ciudad nueva?
Día.
¿Occidente u Oriente?
Oriente, por su cultura.
¿Qué llevas siempre en la maleta?
Mi cuchillo.
Texto y fotos por: Inés Magaña
Inés Magaña es periodista y fotógrafa. Su continua búsqueda de palabras y claroscuros tiene el único objetivo de transmitir historias. El carácter melancólico que la caracteriza la lleva a buscar espacios abiertos y almas libres, de ahí su pasión por la fotografía, casi siempre monocromática, de paisajes inalterados y retratos.