En China, 2016 es el Año del Mono, el mono de fuego, para ser más precisos. Las características de este animal guardan una extraña semejanza con el comportamiento de los mercados financieros chinos este año. Al igual que el mono de fuego, el mercado bursátil chino local se ha comportado de manera impulsiva y díscola, cayendo casi un 20% en lo que va del año, tras haber subido más del 9% en un volátil 2015. Además, al mono de fuego le gusta hacer bromas pesadas, como por ejemplo, para algunos participantes del mercado, los mecanismos de suspensión de las bolsas establecidos por los reguladores chinos, de duración breve y sumamente acotados, y que se retiraron la misma semana en que se anunciaron. Por otra parte, el mono de fuego es ágil y creativo, y lucha constantemente por mantener el control. El mercado bursátil chino quizás necesite poner menos énfasis en el control, dado que sus calvarios recientes parecen haber sido, en gran medida, autoinducidos por una reglamentación errada que pretendía alcanzar estabilidad.
A nuestro entender, sin embargo, el mercado de acciones es solo una cuestión secundaria; es en el mercado cambiario donde verdaderamente reside el dilema chino. En virtud de la «trinidad imposible» de la economía, China no puede controlar al mismo tiempo el yuan, fijar las tasas de interés y determinar los flujos de capitales. Lo que China está intentando es un camino intermedio: una caída lenta y controlada del yuan, una política monetaria de relajación moderada y el mantenimiento de cierto grado de controles al capital. La pérdida en reservas por valor de USD 660 000 millones en los 18 meses previos a diciembre, constituye ya una señal de las dificultades que supone el camino escogido. Hay mucho en juego. Una depreciación grande y súbita del yuan podría generar una presión incómoda sobre las tasas de inflación de los socios comerciales. Tanto Europa, como Japón y Estados Unidos, buscarían evitar importar deflación, habida cuenta de que sus respectivas recuperaciones son de por sí frágiles. Además, muchas empresas chinas con desfases cambiarios sufrirían también una restricción financiera. Las divisas de otros mercados emergentes podrían registrar nuevas caídas junto con el yuan. Los precios de las materias primas se desplomarían aún más
El éxito de China en lograr un resultado moderado para el yuan depende de la salud de su economía. Mientras esta continúe debilitándose, las expectativas de devaluación y fuga de capitales persistirán.
Creemos que hoy existe una posibilidad de entre el 30% y el 40% de que el cruce USDCNY se devalúe a 7,00 o incluso más en los próximos 12 meses. Además, cabe observar que esta probabilidad ha venido en ascenso.
Hasta que no mengüe el malestar del mercado por el yuan, es poco probable que los activos de mercados emergentes, en particular las divisas, se recuperen, aunque las valuaciones indican lo contrario. A la incertidumbre se suman las expectativas cambiantes por la política monetaria de la Reserva Federal estadounidense. La entidad mantuvo las tasas sin cambios este mes, y dijo estar observando de cerca la inestabilidad global. Sin embargo, no llegó a modificar su plan de normalización gradual. El tono más moderado en la declaración acerca de la economía mundial y de los mercados financieros, puede verse contrarrestada por la brecha creciente entre los “puntos de la Reserva” y las expectativas de los mercados, lo cual alimenta temores por un error en la política monetaria. Una consecuencia positiva de la visión más bajista de la economía de EE.UU. sería un USD más débil, que se traduciría en un CNY más fuerte, a la luz de su nuevo mecanismo de fijación basado en una cesta ponderada por el comercio.