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Venice Simplon-Orient-Express: Un tren de Venecia a París

Hay viajes, y luego están los viajes: aquellos que trascienden lo ordinario y te transportan a otra época, a otras vidas. El Venice Simplon-Orient-Express no es solo un tren, es una carta de amor a una era de elegancia, cuando viajar era todo un arte.

El trayecto comienza en Venecia, partiendo en la mañana y te lleva a través de paisajes mágicos, pasando por Ámsterdam, hasta llegar a París al día siguiente. Mientras el tren se aleja lentamente de Venecia, envuelto en su atmósfera de lujo y nostalgia, te encuentras inmerso en un mundo que existe entre la historia y la fantasía.

Por un momento, al poner un pie sobre las lujosas alfombras del Simplon-Orient-Express, no supe si había entrado en un sueño o en el set de una película. Cada rincón del tren es una historia, del tipo que se cuenta en tonos suaves entre copas de cristal llenas de champán. Paneles de caoba reluciente, detalles tallados en estilo art decó y cortinas de terciopelo que evocan los años 20.

Me encontré sentada en una de las cabinas de lujo, un refugio privado adornado con finas maderas, detalles en bronce y lámparas antiguas que bañaban la habitación en una luz dorada. Fue aquí, en este espacio íntimo, donde el tiempo comenzó a deshacerse. El sonido del tren se sentía como un latido, constante y reconfortante, como una invitación a dejar atrás el ruido de la ciudad.

El Venice Simplon-Orient-Express es un viaje a través del tiempo, pero también es un pasaje hacia uno mismo. Algo en la quietud de este tren, en la lentitud de su recorrido, te da permiso para reflexionar, para detenerte, para sentir de verdad.

Mientras atravesábamos aldeas escondidas y paisajes imponentes, pensaba en todos los viajeros que habían venido antes que yo—artistas, escritores, amantes, incluso espías—, todos llevados por este mismo tren, cada uno dejando una historia de sí mismos en estos vagones.

Con su singular belleza, el viaje no solo ofrecía vistas inolvidables, sino también una invitación a contemplar un tiempo más pausado que te permitía descubrir no solo el mundo exterior, sino también tu propio interior. Pasamos por las encantadoras aldeas de Alsacia, con sus casas de entramados de madera, balcones llenos de geranios y calles empedradas que serpentean entre viñedos infinitos, como si fueran parte de una pintura viviente.

Los legendarios coches comedor del tren, adornados con vidrio Lalique y ricos detalles en marquetería, son un festín para la vista tanto como para el paladar. La cena a bordo del Venice Simplon-Orient-Express es un evento, una celebración del momento, del lugar, del lujo. Mientras saboreaba un buen vino y platillos que parecían casi demasiado hermosos para comer, sentí una conexión innegable con el pasado. Este era un tren donde las conversaciones fluían tan libremente como el champán, y donde cada comida era una sinfonía de sabores, desde un côte de veau al sautoir en salsa de chanterelles y parmigiana de berenjena hasta el más sencillo postre: un brioche con helado de miel, crema chantilly con polen y condimento de cerezas.

La mañana llegó suavemente, con la luz entrando por las ventanas, bañando de oro las cumbres nevadas del exterior. El desayuno fue servido en mi cabina: una bandeja con croissants recién horneados, frutas de temporada y café recién hecho. Mientras el tren se acercaba a París, sentí una punzada de melancolía. No estaba lista para dejar este mundo, este capullo de refinamiento y nostalgia que había llegado a conocer en tan poco tiempo.

El Venice Simplon-Orient-Express es un viaje que se queda en el alma. Durante unos días fugaces, había entrado en otro mundo, uno donde el tiempo no se medía por un reloj, sino por el pasar de los paisajes, el sabor del buen vino y la suave risa de los compañeros de viaje que, como yo, habían caído bajo el hechizo del tren.

Al llegar a la Gare de l’Est en París, me di cuenta de que dejaba más que un tren. Dejaba una parte de mí, quizás la parte que añora una forma de vivir más simple y hermosa. El Venice Simplon-Orient-Express no solo me había ofrecido un viaje por el corazón de Europa, sino un viaje hacia el pasado.

IG. @vsoetrain

P. belmond.com

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