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Wyatt Bunce, arte, color y encanto

Sensible, inteligente y talentoso son solo algunos de los adjetivos que caracterizan a Wyatt Bunce. Tuve el gusto de compartir una cálida mañana californiana en su estudio, donde nuestra plática, por momentos terapéutica, me permitió conocer aún más sobre su caleidoscópico talento.

“UN LIGERO TOQUE DE ALERTA ME OBLIGA A ESTAR PRESENTE Y ESA ADRENALINA ES A SU VEZ MUY INTERESANTE”

A sus tan solo veinte años, Wyatt Bunce decide vivir durante cuatro meses en París, y es en esta mágica ciudad donde sintió una conexión especial con el arte. Recuerda que, entrando en la Sala de Impresionismo en el Museo d’Orsay, vio por primera vez La Pie, de Claude Monet, óleo sobre tela que el artista pintó durante el invierno de 1868-1869.

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Bunce permaneció frente a la pintura durante más de diez minutos, conectado por alguna razón a esta obra de arte. Algo le recordaba a su hogar. Y ese momento fue, sin duda, importante, pues hasta ese día, Wyatt jamás había pintado nada en su vida. Hoy en día tiene una réplica en su habitación. Desde entonces, una de las actividades que Wyatt más disfruta es la de divagar por los museos, tomándose su tiempo y recargando así su energía tanto personal como artística.

Otra de sus actividades predilectas es caminar por las noches en Echo Park Lake, un área de Los Ángeles que se caracteriza por su aglomeración de artistas, músicos y vagabundos. Al ser una actividad nocturna, en un área no necesariamente reconocida por su seguridad, me comenta con un tono cómico: “Un ligero toque de alerta me obliga a estar presente y esa adrenalina es a su vez muy interesante”.

Cuando Bunce toma la decisión de mudarse a Los Ángeles, estaba determinado a ser escritor. Todos los días dedicaba su tiempo a escribir y creía fielmente que su determinación le garantizaría el éxito. Fue tal su dedicación que llegó a recaudar la mitad del presupuesto necesario para filmar su primera película. Sin embargo, me comenta que algo faltaba en su guion. Lo sentía sin vida, y por más que lo reescribió diecisiete veces, nunca logró que tomara la forma adecuada. Esta escasez de magia generó que los actores que originalmente se habían comprometido con el proyecto, perdieran interés. Bunce supo que era el momento de dejarlo de lado, al menos durante un tiempo.

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Durante un viaje por Grecia al lado de su hermana menor, Wyatt comienza a leer un libro llamado The Artist’s Way, escrito por Julia Cameron. Su contenido le permitió conectar con su niño interior, y a su vez, dejar de lado la búsqueda incansable de la perfección. Le dio rienda suelta a su imaginación y creatividad. Y es aquí cuando comienza a explorar con la pintura al óleo y el pastel.

Josie, su hermana menor, decide darle una pequeña clase de pintura, y a partir de ese momento, Bunce no dio marcha atrás. Recuerda con fervor que sintió fuegos artificiales al mezclar las pinturas, y una seducción al pintar sobre la tela, entablando así una especie de danza que jamás había sentido antes.

Si bien en sus inicios Wyatt no consideró dedicarse profesionalmente a la pintura, su primera venta le abrió las puertas a un área de oportunidad que jamás había considerado posible. Desde ese momento, el interés por una obra de arte de su autoría ha ido en ascenso.

Sus pinturas emanan una delicadeza jovial que atrae al espectador, quien cuestiona el contenido de las imágenes. Estas dejan que su mente juegue, dándole libertad de investigar lo que ve y siente, intentando no juzgar el resultado.

El espacio negativo y las escaleras son también personajes principales en sus creaciones.

Wyatt no cree que su arte, aunque de carácter absurdo, carezca de valor. Encuentra reconfortante y ligero poner atención en ciertos actos de aparente poca importancia en la vida cotidiana. Un ejemplo es un cuadro donde muestra a un hombre con un recogedor y una escoba miniatura y, al respecto, me comenta: “Nadie en su sano juicio necesitaría un recogedor y una escoba de ese tamaño para limpiar una mínima cantidad de polvo, sin embargo, contrastando con la pesadez de lo que ocurre actualmente en el mundo, poner atención a esos detalles me genera una alegría y ligereza con las que me gusta vivir la vida”.

El hombre sin cabeza nace orgánicamente, pues al pintar su primer hombre, llegando al área de la cabeza, Wyatt se da cuenta de que no siente la necesidad de seguir ninguna norma o lineamiento establecido. Tal vez podríamos analizar profundamente las razones por las cuales este hombre sin cabeza aparece continuamente en sus pinturas; sin embargo, es importante recalcar que, aunque el público pueda encontrar varios significados, su nacimiento fue puramente hedonista.

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Así venda la mayoría de sus obras, una que no piensa vender es un óleo sobre tela de su abuelo tocando el piano. Es una figura sumamente importante en su vida. Bunce recuerda, vívidamente, cómo su casa vibraba cuando su abuelo tocaba el piano con fervor, alegría y gozo.

“NADIE EN SU SANO JUICIO NECESITARÍA UN RECOGEDOR Y UNA ESCOBA DE ESE TAMAÑO PARA LIMPIAR UNA MÍNIMA CANTIDAD DE POLVO, SIN EMBARGO, CONTRASTANDO CON LA PESADEZ DE LO QUE OCURRE ACTUALMENTE EN EL MUNDO, PONER ATENCIÓN A ESOS DETALLES ME GENERA UNA ALEGRÍA Y LIGEREZA CON LAS QUE ME GUSTA VIVIR LA VIDA”.

Influencias en su proceso y en su manera de ver el arte incluyen al autor Ernest Hemingway, al pintor David Hockney y, por supuesto, a Claude Monet.

Todos tenemos una relación distinta con el miedo y Wyatt no es la excepción. En su escritorio tiene una frase impresa: “Feel the fear and do it anyway” (Siente el miedo, y hazlo de cualquier forma). Wyatt utiliza una metáfora interesante. Me comenta que hay que darle un lugar dentro del coche al miedo, pero no necesariamente el lugar del conductor. Una idea simple, que permite poner el miedo en su lugar y no dejar que dirija el rumbo de nuestras vidas.

Y aunque es verdad que varias cosas le han causado miedo durante su carrera, una manera de liberar todas esas voces interiores fue publicando en sátira una revista llamada Critics Quarterly Magazine. Espacio donde plasma todas esas críticas y burlas sobre su propio arte en líneas provenientes de críticos ficticios.

Nuestra plática, cada vez más profunda, me lleva a preguntarle si hay algo de su niñez que eche de menos o que tal vez hubiera deseado no haber perdido. Después de una generosa reflexión, me comenta que su niñez fue algo caótica y complicada, confiesa que algo que realmente extraña son los veranos que pasó con sus hermanas en el norte de California, junto a una niñera, quien fue un motor importante en su vida.

Pintar, para Bunce, es terapéutico, le genera gozo y catarsis. Le gusta darse el permiso de ser minimalista e irreverente, características que continúan forjando su técnica y su desarrollo artístico.

Algo que disfruta y le parece importante compartir es la fortaleza que existe en la vulnerabilidad. Encuentra energía en los colores y los considera llenos de espíritu.

Le apasiona la psicología de los colores y el efecto que causan en su proceso y en su vida. El rojo es uno de sus predilectos. Intenso, jugoso y atractivo. Características que sin duda comparte Wyatt como un prometedor talento del mundo artístico.

Ser dueño de una obra de Wyatt Bunce es recolectar un momento de su vida plasmado por siempre. Y sin duda, el día que tenga una pieza de Bunce podré disfrutarla, recordándome diaria- mente la importancia de vivir la vida con ligereza y alegría, pero, sobre todo, intensamente, como el color rojo.

Texto y fotos: Miguel H Sagaz