Pinturas e instalaciones con una evidente influencia pop recorren el mundo para cuestionar las jerarquías bajo un lenguaje abstracto, colorido y fantasioso.
La primera impresión que tuve al conocer la obra de Ad Minoliti fue una ternura inmensa al observar sus personajes geométricos, abstractos y coloridos. No me equivocaba, es tierna, pero es de una ternura radical como pocas.
Minoliti crea cuerpos de obra que abarcan pintura, instalación, murales y performance; siempre fuera de los parámetros patriarcales de la historia del arte. Incorpora imágenes de diseño y arquitectura y no elige colores por casualidad, todos simbolizan luchas actuales y vigentes.
Su intención es clara: desafiar y debatir sobre los legados del modernismo que se traducen en el patriarcado, adulto centrismo, racismo, capacitismo… términos que Ad ha estudiado a profundidad a través de las teorías feministas y queer, que desea plasmar en su práctica, dejando claro que cualquier identidad, orientación y subcultura debe de tener la misma agencia e importancia. Para que quien observa su obra pueda utilizarla como herramienta de deconstrucción.
Ad intenta repensar las infancias como grupos sociales discriminados que tienen un derecho a la construcción de sus identidades que no siempre se les otorga. ¿Por qué, si alguien ve su obra y dice: “esto lo pudo haber hecho mi hijo”, lo exclama como un insulto? Es por esto que en muchas de sus exposiciones busca aprovechar las paredes como parte del espacio que presenta la obra, para invitarnos a repensar los lugares adulto centristas y revalorar lo que consideramos infantil, y que casi siempre le damos una connotación negativa.
Reapropiarse de las historias populares
A través de su trabajo Minoliti cuestiona las historias y cuentos populares que nos han relatado desde la infancia. Se apropia de ellos y a través de sus propias ficciones crea finales alternativos a cada historia, mismos que reivindican a las infancias y a las disidencias.
Como cuando en Museo Peluche, su primera exhibición para el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, repensó la historia de Caperucita y el Lobo, y reclamó el derecho del lobo de ser un monstruo. O cuando para la serie Fábulas (Mariposas y Flores), presentada por Galería Agustina Ferreyra durante Siembra, en Kurimanzutto, retomó a Holly Hobbie, esa niña tierna, hogareña, femenina y siempre feliz que conocimos en tarjetas de American Greetings, que llegó a Argentina a finales de la década de los setenta y con la que Ad creció durante el régimen militar. Cada historia se desenvuelve bajo su mente y pincel.
Pinturas e instalaciones con una evidente influencia pop recorren el mundo para cuestionar las jerarquías bajo un lenguaje abstracto, colorido y fantasioso.
La primera impresión que tuve al conocer la obra de Ad Minoliti fue una ternura inmensa al observar sus personajes geométricos, abstractos y coloridos. No me equivocaba, es tierna, pero es de una ternura radical como pocas.
Minoliti crea cuerpos de obra que abarcan pintura, instalación, murales y performance; siempre fuera de los parámetros patriarcales de la historia del arte. Incorpora imágenes de diseño y arquitectura y no elige colores por casualidad, todos simbolizan luchas actuales y vigentes.
Su intención es clara: desafiar y debatir sobre los legados del modernismo que se traducen en el patriarcado, adulto centrismo, racismo, capacitismo… términos que Ad ha estudiado a profundidad a través de las teorías feministas y queer, que desea plasmar en su práctica, dejando claro que cualquier identidad, orientación y subcultura debe de tener la misma agencia e importancia. Para que quien observa su obra pueda utilizarla como herramienta de deconstrucción.
Ad intenta repensar las infancias como grupos sociales discriminados que tienen un derecho a la construcción de sus identidades que no siempre se les otorga. ¿Por qué, si alguien ve su obra y dice: “esto lo pudo haber hecho mi hijo”, lo exclama como un insulto? Es por esto que en muchas de sus exposiciones busca aprovechar las paredes como parte del espacio que presenta la obra, para invitarnos a repensar los lugares adulto centristas y revalorar lo que consideramos infantil, y que casi siempre le damos una connotación negativa.
Reapropiarse de las historias populares
A través de su trabajo Minoliti cuestiona las historias y cuentos populares que nos han relatado desde la infancia. Se apropia de ellos y a través de sus propias ficciones crea finales alternativos a cada historia, mismos que reivindican a las infancias y a las disidencias.
Como cuando en Museo Peluche, su primera exhibición para el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, repensó la historia de Caperucita y el Lobo, y reclamó el derecho del lobo de ser un monstruo. O cuando para la serie Fábulas (Mariposas y Flores), presentada por Galería Agustina Ferreyra durante Siembra, en Kurimanzutto, retomó a Holly Hobbie, esa niña tierna, hogareña, femenina y siempre feliz que conocimos en tarjetas de American Greetings, que llegó a Argentina a finales de la década de los setenta y con la que Ad creció durante el régimen militar. Cada historia se desenvuelve bajo su mente y pincel.
Escuela Feminista de Pintura
Minoliti ha recreado en varias ocasiones su instalación Escuela Feminista de Pintura, una obra in situ y un espacio activo. Con ella, Ad busca cambiar la manera en que se enseña la práctica artística y la historia del arte.
Transforma las salas donde exhibe en aulas con formas geométricas y colores vibrantes. Ahí, académicos, activistas y artistas ofrecen clases para los visitantes, de todas las edades, para mirar desde las disidencias la tradición de las artes, el predominio de lo masculino sobre lo femenino y las narrativas que nos han contado en la historia del arte.
Por ejemplo, en la Escuela Feminista de Pintura que es parte de su exhibición Biosfera Peluche, en Tate St. Ives, en Cornwall, Inglaterra, Ad invitó a expertos en temas de género, como a Rebecca Birrell y Elliot Kenton, a dar talleres inspirados en sus publicaciones, explorar conceptos del arte queer y cuestionar las historias que nos han contado, tal como Ad lo hace a través de su obra. Siempre de manera informal, casual, guiada, donde todos los niveles de experiencia y conocimiento son bienvenidos.
Una utopía sin seres humanos
Ad imagina relatos utópicos con finales felices en mundos coloridos. En estas historias nunca encontraremos personajes inspirados en un ser humano adulto, y eso no es casualidad. Desea investigar la posibilidad de una evolución no humana, un universo paralelo que nos ayude a entender y experimentar de otra forma el mundo visual que nos rodea. A Ad no le interesa representar a los que siempre han contado las historias.
Cachorros, flores, mariposas, peluches… ellos y ellas son los protagonistas de estas ficciones que nos sirven a los demás para repensar nuestra propia historia y guiar el camino de nuestra deconstrucción.
Texto por: Valeria Martínez
Fotos: Cortesía de Galería Agustina Ferreyra