El extranjero no es de aquí ni de allá, no pertenece a ningún lugar porque carece de identidad. Siempre será un extraño dentro de su propia casa; por eso, es un extranjero aun en su país de origen, como Meursault, el protagonista de la primera novela del escritor argelino Albert Camus y una de las piezas que forman parte de la reciente exposición de Adrien Missika en Proyectos Monclova.
La obra de este artista francés está marcada por la historia de su país de origen y aborda, mediante pequeños gestos, el poscolonialismo de Argelia debido, en gran medida, a que sus padres provienen de esa región, la cual estuvo dominada por los franceses por más de cincuenta años; logró su independencia hace un poco más de medio siglo y ahora forma parte de los 54 países que integran el continente africano.
El título de la exposición, “Aquí Allá Ahí”, apela precisamente a esa perspectiva colonialista desde la que el uso del indicativo demostrativo “aquí” resulta extremadamente subjetivo y relativo porque delimita un territorio que también puede significar “allá” dependiendo de dónde esté uno situado.
Las estructuras lingüísticas resultan intrigantes y complejas no solo porque cada palabra tiene múltiples significados dependiendo de quién habla y desde dónde habla, sino también porque el sujeto que las articula está determinado por el estatus social al que pertenece. Al fin y al cabo, el lenguaje es una construcción social que nos condiciona y, al mismo tiempo, define la identidad cultural de un país, la cual delimita un territorio espacial que inevitablemente excluye a todo aquel que no pertenece a él. En ese sentido, el poder de las palabras es infinitamente mayor del que somos conscientes; su impacto en nosotros, en los demás y la resonancia que tiene en nuestro entorno puede ser mucho más violento que el disparo de un arma.
Adrien Missika aborda, particularmente en esta muestra, ese juego de palabras que existe en la estructura lingüística -un tema de creciente interés en la práctica del artista francés que desde hace unos años empezó a experimentar con la escritura y la poesía concreta-, pero, sobre todo, la noción del espacio y del tiempo en una instalación titulada Espesor del tiempo (2018), que está conformada por tejas hechas en el estado de Puebla cuya forma, que es la de una espiral, evoca a la de la Vía Láctea. La obra mide cuatro metros de ancho y su diámetro puede reproducirse en una medida mínima de dos metros y medio o expandirse sin límite.
Por otro lado, la minimalista exposición se encuentra integrada a su vez por doce higrómetros -dispositivos que miden la humedad– que tienen inscritos diferentes estados emocionales e indicadores demostrativos que, leídos de manera lineal, conforman una especie de poema concreto. Esta serie de dispositivos de medición busca reflejar la relación que existe entre las fluctuaciones emocionales del ser humano y el cambio climático.
Esa búsqueda condujo al artista francés a emprender una caminata hacia el desierto del Sahara, cerca de la región de Timimoun en Argelia. El rastro de sus pasos impresos sobre las dunas de arena quedó registrado por el lente de la cámara; más tarde, aquellas fotos conformarían una serie del viaje que realizó al territorio de sus antepasados para rastrear las huellas de sus orígenes y en el que descubrió que el extranjero es aquel que, como bien dice la canción de Facundo Cabral, “no es de aquí, ni es de allá, no tiene edad, ni porvenir, y ser feliz es el color de su identidad”.
La exposición de Adrien Missika estará abierta al público en la galería Proyectos Monclova hasta el 22 de diciembre del 2018.
Texto por Sheila Cohen