Vivimos en esta ciudad que florece, divaga, converge, explota, emociona y muy pocas veces descansa.
Y en la lógica intención de mantener la armonía en esta metrópoli pluricultural, multicolor, de multipasados y polipresentes; se revelan exóticas vetas de la personalidad, amalgámicos estados de ánimo y actitudes extraordinarias.
La prueba de Rorschach, con sus manchas de tinta imprecisas en forma pero arteras en su sentencia, es de las evaluaciones psicológicas más afamadas. El formato se basa en las figuras y símbolos que el individuo descubre en las sugerentes siluetas. Es decir, en las inocentes proyecciones que se expresan, se terminan por confesar los miedos y deseos más ocultos.
No hay respuestas correctas, tan solo unas más populares que otras.
Cada tarjeta conduce a un cuento. Cada cuento sugiere un fotografía.
Fotos, anécdotas, manchas de tinta, laberintos de una vecindad, alboroto en un mercado…
Para algunos son puntos de arribo y para otros, de partida con dirección a otra versión de nosotros mismos.
TARJETA IX. DE LA AMBIGÜEDAD Y LA FRUSTRACIÓN
La relación duró dieciocho meses. El gato que nos regalamos hoy cumple catorce años. Ni sabía que vivían tanto. A modo de festejo le traje medio pescado que me sobró de la comida.
A las seis fue el apagón, justo durante esa disolución del atardecer cuando ya no se pretende salir pero hay suficiente luz como para sentirse aburrido. Chancho en un sillón: viéndome. Lamiéndose. Yo, en el de enfrente, pensando si debería marcarle. Hará unos cuatro años que no hablamos.
–¿Bueno?
–Chancho cumple catorce hoy.
Chancho se abalanza sobre mi regazo.
–¿A quién busca?
Cuelgo de inmediato. Es verdad. ¿A quién busco? Soy una parodia; un recuerdo imperfecto. Soy una fotocopia de mí mismo donde las sombras y las luces nunca se replican con fidelidad. Sin embargo, en las mañanas me siento siempre más cerca del original.
Si nos topáramos, seguro la costumbre de viejos hábitos subrayaría la mala puntería que se forjó de tantos años separados. La torpeza se confundiría con el vacío y la confianza, con la soberbia. Nos comimos el mismo tiempo; pero a cucharadas distintas. El único que me ha soportado es Chancho. Ronronea. Sin hablar el mismo idioma nos adivinamos.