Al entrar a la Galería Hilario Galguera, es inevitable detenerse y apreciar el tragaluz pintado de amarillo y azul intenso, colores que contrastan con los muros blancos del lugar y permiten que los rayos del sol iluminen la entrada principal. Esta emblemática intervención permanente del renombrado artista Daniel Buren se ha vuelto el sello que distingue a esta de otras galerías, ya que ofrece una experiencia estética inigualable. Además, la Hilario Galguera se caracteriza porque cada una de sus exposiciones presenta obras de arte que están cuidadosamente pensadas para habitar el espacio de forma armónica y de modo que parezca que fueron creadas exprofeso para cada una de sus salas.
“Las tinieblas sobre la faz de la Tierra” del artista mexicano Bosco Sodi no es la excepción. Es una experiencia mística que invita al espectador a contemplar las monumentales obras cargadas de la potencia y la energía cósmica con las que fueron realizadas. También es una oportunidad para reflexionar sobre las dicotomías que existen en el universo: ausencia y presencia, caos y orden, guerra y paz, luz y sombra, naturaleza y materia, vida y muerte. El recorrido comienza al subir las escaleras que conducen hacia la primera planta de la galería, en donde el espectador se encontrará con una serie de esferas de arcilla cuyas dimensiones oscilan entre los veinte y los cincuenta centímetros, y que parecieran estar dispuestas sobre el piso de manera accidental. “Mi obra siempre juega en torno al accidente, al no control y al paso del tiempo”, afirma Bosco Sodi.
El accidente cumple un papel esencial en la práctica del artista mexicano, quien confiesa sacarle el mayor provecho al verlo desde otra perspectiva, no como fracaso, sino como una ventaja para dejar que el material se exprese por sí mismo y surja algo espontáneo. Las esculturas rectangulares de barro que integran esta muestra son una prueba de ello. En un principio, el artesano que le ayudó a Bosco le dijo que era prácticamente imposible realizarlas, que no se lograrían cocer por su grosor. Sin embargo, tras varias veces de retar al material, lograron crear rectángulos perfectos que contrastan de forma ideal con algo tan orgánico e impredecible como lo es el barro.
A pesar de no estar tituladas, cada una de las piezas que integran la exposición son una obra en sí, con una textura y un tamaño particular. Son piezas de gran volumen que implicaron un enorme esfuerzo de manufactura, embalaje, montaje e infraestructura debido a que pesan entre cuatrocientos y quinientos kilogramos. Todas fueron realizadas en el taller de Bosco en Casa Wabi, un complejo artístico que también funge como residencia. Este complejo abarca doce hectáreas de la costa oaxaqueña y fue construido por el reconocido arquitecto japonés Tadao Ando, quien lo nombró con base en el término wabi-sabi, que significa “la belleza de la imperfección”. Precisamente, esa influencia de la filosofía oriental de asumir el accidente como una oportunidad y no como una pérdida, de enfocarse más en el proceso que en el resultado final, es lo que permea el pensamiento de Bosco Sodi.
Del mismo modo, esta exposición gira en torno a otro concepto de la filosofía zen, el ying y el yang, o la dualidad de la vida. La pérdida de su abuela materna, con quien tuvo una relación muy cercana, y el estar cerca de cumplir los cincuenta años de edad, condujeron al artista a entrar en un proceso de introspección que lo hizo cuestionarse sobre el sentido de su vida y sobre la cercanía de la muerte. Ese evento catalizador hizo que se dedicara un año a la producción de la serie de obras que integran esta muestra conformada por diez pinturas en gran formato, esferas y cubos. Las pinturas fueron realizadas en una composición de blanco titanio, arcilla, carbón negro y aserrín, una técnica que se ha vuelto el gesto icónico del artista mexicano y cuya textura sobrepasa la superficie bidimensional del lienzo dando la apariencia de ser fragmentos de cráteres lunares, entidades masivas que son parte del cosmos y dialogan con otras esculturas de barro. La finalidad era generar una tensión entre el blanco y el negro, así como entre materiales diametralmente opuestos para confrontar al espectador con la ausencia de color y la batalla que existe entre estos dos pigmentos, uno tratando de conquistar al otro.
El recorrido culmina de forma apoteótica con una danza cósmica entre dos lienzos, uno blanco y otro negro, que se miran de frente desde los muros extremos de la sala. En medio, una serie de cilindros dispersos por el suelo rodean un gigantesco hueso de ballena como si la Luna estuviera danzando alrededor de la Tierra y, esta, a su vez, girando alrededor del Sol. Por medio de esta confrontación entre opuestos, cada espectador interpretará desde su perspectiva cuál de los dos tiene más peso y, finalmente, decidirá cuál es el ganador: la luz o la oscuridad.
“Las tinieblas sobre la faz de la Tierra” estará abierta al público en la Galería Hilario Galguera hasta el 30 de marzo del 2019.
P. www.galeriahilariogalguera.com
Escrito por Sheila Cohen
Fotos: cortesía de Bosco Sodi y la Galería Hilario Galguera