Muchos se han preguntado si el arte contemporáneo tiene la capacidad de generar algo más que una reacción estética en nuestros sentidos. Hay artistas, como Teresa Margolles, Carlos Amorales, Doris Salcedo, Enrique Ježik, Joaquín Segura y Ai Weiwei, cuya práctica se caracteriza por abordar temas delicados e, incluso, algunas veces incómodos como la violencia, la desaparición forzada, la migración, las crisis económicas, la censura y la represión política; es decir, más que por producir objetos bellos, su práctica se caracteriza por ser una forma de denuncia. Ese también es el caso de Carlos Aguirre (Acapulco, 1948), quien después de haber estudiado Diseño Industrial en la Ibero, se fue a Europa y encontró en el arte conceptual su vocación como artista.
Desde el principio, Aguirre tenía claro que no quería seguir con la tradición pictórica mexicanista, sino utilizar el arte como un medio para hacer una revisión histórica o, más bien, un acto de resistencia ante el régimen hegemónico priista. Por ese motivo, formó parte del Grupo Proceso Pentágono, un colectivo artístico que se distinguía por su carácter subversivo y su actitud crítica y contestataria ante las políticas del Estado durante las décadas de los setenta y los ochenta en México. La investigación y la experimentación con materiales ajenos al medio pictórico tradicional definieron la práctica del movimiento que abogaba por el no-objetualismo y el arte de acción por medio de ambientaciones, instalaciones y gráfica que abordaban la política del sistema cultural artístico del país desde una postura crítica.
A pesar de que el colectivo se disolvió a finales de los años ochenta y cada integrante tomó su propio camino, Aguirre continuó produciendo obra relacionada con la investigación del abuso y el ejercicio del poder, el narcotráfico, la manipulación mediática y la violencia por medio de la experimentación gráfica que le permitió encontrar nuevos materiales y distintas formas de representación, demostrándonos que el arte puede ser un medio para generar conciencia y denunciar la injusticia social.
“Archivos, apuntes y nuevas propuestas” no solo es su primera exposición en Proyectos Monclova, sino también representa su regreso a la escena artística mexicana después de haber tenido una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno (MAM) en el 2015 y una exposición dedicada exclusivamente a Grupo Proceso Pentágono en el Museo de Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC).
La muestra, de estructura simple y apariencia ligera, está compuesta por cuarenta obras, algunas antiguas y otras más recientes, que han sido el resultado de su experimentación con nuevas técnicas, materiales y soportes como la impresión tridimensional, el collage, la fotografía, la escultura y maquetas de arquitectura que reflejan su interés por hacer, registrar y coleccionar el uso de ciertas palabras, frases e imágenes que se repiten en los medios de comunicación y que han contribuido a crear una narrativa para cuestionar y desmitificar la versión de la historia oficial. Además, su relación con la memoria del país se hace evidente en esta exposición al hacer una relectura histórica de la Guerra Sucia y de los sucesos ocurridos el 2 de octubre del 68 a través de la investigación de Emilio Uranga, el filósofo que creó la estrategia propagandística de Luis Echeverría en contra del movimiento estudiantil y el responsable de la construcción del estudiante como enemigo político social del país.
“Los estudiantes pasaron de ser la esperanza de México a convertirse en drogadictos, revoltosos, mugrosos y hippies. Es un fenómeno interesante porque muchos países necesitan tener un enemigo, una especie de chivo expiatorio a quien echarle le culpa de todos los problemas, y a mí lo que me interesa es comprender ese mecanismo”, confiesa el artista después de admitir sentir una especie de culpa por no estar presente cuando sucedió la matanza en Tlatelolco porque estaba trabajando en Acapulco en los veleros que iban a participar en los Juegos Olímpicos. Quizás el origen de su fascinación y persistencia por ese evento tenga que ver con esa culpa y con la necesidad de hacer una revisión histórica desde de una mirada actual.
De cualquier manera, su discurso estético resulta más relevante que nunca después de que nuestro actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, anunciara que pretende esclarecer la verdad sobre la desaparición de los 43 normalistas y el asesinato de Colosio, entre otros casos a los que se les ha dado carpetazo. En ese sentido, la obra de Carlos Aguirre es un ejemplo de que el arte contemporáneo es una forma de hacer política, de tomar postura ante los acontecimientos mundiales y, por qué no, quizás también un medio para crear conciencia y generar un cambio en nuestra sociedad.
La exposición de Carlos Aguirre, “Archivos, apuntes y nuevas propuestas”, estará abierta al público hasta el 8 de junio del 2019 en la galería Proyectos Monclova.
D. Colima 55, Roma Norte
T. 01 55 5525 9715
Escrito por Sheila Cohen
Fotos de Ramiro Chaves