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Carlos García Noriega Bueno, Catarsis

El último piso de la torre más alta de la ciudad, la Torre Reforma, es el lugar elegido por ÑÚ, para introducir la más reciente producción de su artista invitado, el arquitecto y escultor Carlos García Noriega Bueno que presentará las piezas su última producción, Catarsis. Empezar por una ubicación con vistas a la infinita Ciudad de México, a su grandeza, multitud y caos, pero a su vez al hermoso equilibrio que, irónicamente, le permite funcionar.

Sin duda, un espacio idóneo para las impactantes y estructurales obras de Carlos García Noriega Bueno. De la mano de ÑÚ, la agencia que representa y guía a artistas en la tarea de encontrar el entorno que mejor dialogue con sus obras y los represente, Carlos García Noriega Bueno ha logrado transmitir, a través de la exposición, aquel momento catárquico que vivió durante su herida neurológica. Una condición que el artista nos da a entender que, al ser bien catalizada, puede impactar con tal fuerza positiva que –más que un caos– la catarsis, tal como la Ciudad de México, resulta un renacer.

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Cuéntanos de tu adolescencia y la herida neurológica que sufriste durante esos años.

Supe que tenía una herida epiléptica a los 19 años de edad. Un día, cuando estaba estudiando la carrera en Australia, me desperté y sentí como si siguiera en un sueño. Mientras caminaba por la calle, veía el cielo y platicaba con el sol y el viento; estaba alucinando muy fuerte. Ese sueño se alargó como tres días, por lo que me internaron en el hospital psiquiátrico y, después de varios exámenes, me diagnosticaron con esquizofrenia y psicosis. Los medicamentos hicieron que mis alucinaciones fueran cada vez más fuertes y, para mí, todo seguía siendo un sueño. Fue hasta que llegó mi mamá a visitarme, que me di cuenta de la realidad y empecé a mejorar.

Cuando salí del hospital, regresé a México y fui con un neurólogo, quien finalmente detectó mi herida epiléptica. Fue una buena noticia porque, teniendo el diagnóstico correcto, se podía tratar fácilmente. Me quedé un tiempo en México y seguí con mi vida normal, haciendo deporte y saliendo con mis amigos. A los ocho meses me examinaron y se dieron cuenta de que la herida había cerrado; ya no volvería a tener ese padecimiento.

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¿Cómo crees que te influenció a tí como persona y como artista?

Desde los 12 años empecé a tener descargas eléctricas durante el sueño. Pensaba que a todo el mundo le pasaba lo mismo pero, cuando detectaron mi herida epiléptica, entendí que era algo causado por mi condición. Los shocks me llevaban a un viaje astral o a un sueño lúcido, que normalmente me hacían sentir que volaba entre nubes, atardeceres y arcoíris. Todo eso se vio reflejado en mis piezas, sobre todo en las multimedia. Los colores, las ilusiones ópticas, las cosas que parecen algo distinto a lo que son, todo eso proviene de mis viajes astrales.

En 2014, cuando habían pasado 10 años desde lo sucedido en Australia, hice una serie escultórica para celebrar que todo había salido bien. La llamé MIRROR (Mirada, Introspectiva, Realidad, Reacción, Obscuridad, Reflejo), y estaba constituída por 10 piezas de madera, una por cada año. Esa serie me llevó a exponer y vender mis piezas en Nueva York y México, así como a colaborar con otros artistas y participar en galerías como Subject, una galería digital, y la Galería de Arte Mexicano.

¿A qué te refieres al decir que tuviste acceso a una nueva percepción de la realidad?

Cuando mencioné esa frase me refería justamente a los viajes astrales. Estás consciente y ves colores muy vívidos, entonces tienes otra percepción de la existencia.

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¿Cómo encontraste el balance entre tus sueños epilépticos y la realidad?

En el momento en el que aprendí a aceptar las experiencias que había vivido y a verlas como algo positivo, algo que tenía que suceder. Fui capaz de agradecer el hecho de estar bien, tanto física como mentalmente, y aproveché mis vivencias para crear. Jamás he ido a terapia, ese proceso lo vivo a través de la aceptación y del arte, ya que es ahí de donde saco todas mis inquietudes. Si algo no me gusta en el mundo, trato de hacer un proyecto para hablar del tema.

¿En qué consideras que se relacionan el equilibrio emocional y el caos de la Ciudad de México?

Es algo que quise transmitir en mi exposición Tectónico. Las cuestiones neurológicas, como las descargas eléctricas que experimenté, se pueden relacionar con la energía que tenemos los que vivimos en la Ciudad de México. Es algo distintivo, podemos darnos cuenta de la diferencia al compararnos con personas de otras ciudades del mundo. Creo que la energía deriva de los pequeños temblores que sentimos todos los días, del movimiento y del caos de la ciudad. Es lo que hace a la Ciudad de México tan interesante.

Cuéntanos un poco sobre Catarsis, tu más reciente exposición. ¿Qué buscas trasmitir?

Catarsis es la continuación de Tectónico. La exposición incluye piezas nuevas basadas en destellos de energía. Son las primeras que hago con acero corten, un material de gran calidad conformado por una aleación de cobre. Lo interesante es que el material crea una capa de óxido en su exterior y mantiene el interior intacto, por lo que puede vivir en el mar o en la nieve sin necesidad de mantenimiento. Me encanta este material y, además, me hace sentir que estoy creando capas protectoras alrededor de mí mismo.

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¿Porqué llamaste Catarsis a tu exposición?

Siempre es difícil nombrar las piezas. En este caso, Catarsis se refiere al momento en el que, a través de arte, asimilo mi condición y logro curarme.

¿Cómo ves la evolución de tu arte en un periodo de tres años?

Mi arte siempre ha sido vertiginoso. Actualmente, estoy trabajando con tres temas: los refugiados, las abejas y la frontera entre México y Estados Unidos. Creo que son temas relevantes y busco hacerlos resonar de manera positiva. En un futuro, entre más gente me vaya escuchando y apoyando, pienso que me iré animando a tratar con temas cada vez más importantes.

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¿Crees que la epilepsia que sufriste seguirá siendo fuente de inspiración o ya tienes otros proyectos en mente?

La catarsis ya fue, en mis últimos proyectos ya no hablo tanto de ese tema. Sin embargo, es algo que siempre estará presente ya que de ahí se deriva mi estética. Las piezas nuevas no serán completamente distintas a lo que he hecho, pero si hablaré de temas que no están para nada relacionados con la epilepsia.

Un nuevo proyecto que tengo en mente tiene que ver con las esculturas habitables. La idea nació de una plática con un músico, Rodrigo Tascón, quien me invitó a hacer un pabellón como el de Le Corbusier en Suiza. Lo platiqué con Mariano, el encargado de los aspectos multimedia de mis piezas, y sugirió que integráramos todos los sensores que hemos desarrollado hasta la fecha, e incluso que desarrolláramos algunos nuevos, para hacer del pabellón una pieza inteligente. Al ser un pabellón que habla sobre los refugiados, la idea es crear un lugar en el que el cuerpo se pueda sentir lo más a gusto posible, tanto físicamente como a través de la iluminación y del sonido. Por ejemplo, si hace calor, el techo del pabellón se abrirá y, si llueve, se cerrará. Así mismo, cualquier artista musical o visual podrá integrarse a la pieza y jugar con los sonidos o las luces para ir creando el ambiente.

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