
En el mundo de la alta cocina, hay lugares que se distinguen por su capacidad de transformar cada visita en una experiencia. Caviar Bar, dentro del Hotel Alexander, es uno de estos. Aquí, cada bocado evoca un gesto de elegancia contenida, un susurro de mar y tierra, un relato escrito con texturas, temperaturas y contrastes.


Aunque su nombre rinde tributo a uno de los productos más preciados del mundo —el caviar—, este espacio propone mucho más. Su propuesta gira en torno a la premisa #NotJustCaviar: una invitación a descubrir el lujo desde una mirada renovada, donde la exclusividad se vive a través de matices inesperados y sabores memorables.

En su carta, el caviar aparece como una presencia esencial. En cada platillo se percibe su influencia: en la untuosidad de una emulsión, en la salinidad perfecta de un bocado, en el ritmo pausado que exige saborear con atención. Pero es en creaciones como el Truffle Tagliolini —obra de la chef Ana Sophia Serrano— donde el alma del lugar se revela con mayor claridad.



El universo sensorial de Caviar Bar se amplía con su mixología de autor, una colección de bebidas diseñadas como piezas de temporada. Cada coctel —frutal, herbal, ahumado o especiado— dialoga con la propuesta culinaria, evocando estaciones, lugares y memorias líquidas. A esto se suma una selección de destilados poco comunes, donde las etiquetas de nicho y las rarezas de colección rinden homenaje al espíritu de quienes saben encontrar placer en lo singular.

El espacio físico, concebido con mobiliario original de Poltrona Frau, refuerza la narrativa: sobriedad, líneas puras y una atmósfera que se adapta con naturalidad a los ritmos del día. Desde un desayuno ejecutivo hasta una comida de negocios, el servicio es ágil y preciso. Por la tarde, el bar se transforma. La luz se vuelve más cálida, las copas tintinean y los Jueves de Vinilos despiertan otra faceta del lugar: una donde la música analógica y el mood cosmopolita invitan a quedarse un poco más.


Caviar Bar propone una experiencia donde convergen gastronomía, diseño, hospitalidad y sensibilidad. Un espacio que transforma los sabores en lenguaje; y cada visita, en una vivencia que se queda en la memoria del paladar.
