Egipto fascina por el fasto de sus monumentos, por la historia de faraones y sus intrigas amorosas. Las tumbas ricamente decoradas se han abierto para ofrecer objetos de oro, muebles, estatuas y joyas, hoy expuestos en los museos del mundo entero. Egipto es un misterio que cada viajero descubre, descifra y toca con palpitaciones. El caótico mundo de El Cairo es mi puerta hacia la romántica historia de los faraones. Allí sentí una suave mano sobre mi hombro, como un guía espiritual, y decidí que era Osiris, dios de la resurrección, símbolo de la fertilidad y regeneración del Nilo, que me protegía. Estaba a punto de penetrar en la fabulosa historia de Egipto como los aventureros de los siglos siglo XIX y XX, soñando con abrir las puertas selladas y descubrir sus tesoros.
El Cairo
Muy cerca de la antigua capital, Menfis, en 116 a.C., los romanos construyeron una fortaleza al sur del fértil delta del Nilo y con la llegada de los árabes en 641 surge la ciudad que no dejó de crecer desde entonces, adornándose con soberbias mezquitas y llamándose Al-Qahira desde la época fatimí en 969. Hoy cuenta con 18 millones de habitantes, ciudad ruidosa y anárquica, divertida y encantadora, a pesar de los últimos problemas políticos. Protegido por Osiris, me infiltraba en los callejones del bazar lleno de tesoros, con su ambiente surgido del mundo feudal, acariciaba las piedras de la antigua fortaleza construida por Saladino, admiraba la inmensa mezquita de Mohamed Ali cubierta de alabastro y respiraba el aire lleno de arena del desierto y de contaminación. Paseé por el Nilo, la arteria que da vida a ese desierto y atraviesa la ciudad; en el museo, admiré los fastuosos objetos de la tumba de Tutankamón con la máscara de oro, descubrí los elegantes edificios Art Déco y arriesgué la vida en cada momento de mis travesías por la ciudad. Me fascinaba ese mundo incoherente que seduce y atormenta, encandila y divierte.
En las colinas áridas, me impresionó la necrópolis de Giza, con las pirámides de Keops, la más grande, Kefrén y Micerinos que datan de 2500 años a.C., y alzan hacia el cielo su desafío contra el paso del tiempo, conservando su eterna juventud. La Esfinge que representa el faraón Kefrén, vigilaba el conjunto y su mirada se reía de ver a los turistas montados sobre dromedarios, el circo de los buses y de los policías regañando a los que tocaban con la mano los testigos de la grandeza del pasado egipcio.
Aswan
Al sur del país, el Nilo azul parecía un collar de zafiros en medio de la piel dorada del desierto, las falucas (pequeños veleros locales) brillaban en los rayos del sol y la ciudad vibraba con la emoción de sus bazares. Admirando las orillas e islas verdes donde viven patos y cocodrilos, navegamos a la isla del templo de Philae, uno de los dedicados a Osiris y construido bajo la dinastía Ptolemaica (285-145 a.C.). En sus muros estallaba la belleza de los jeroglíficos, explícitos retratos de la vida ancestral, las figuras de los dioses Isis, Hathor y Horus me llevaban en su ronda y las columnas destacaban sobre el resplandor del agua y del cielo. Ese templo fue desmantelado y reconstruido en otra isla para evitar las crecidas del río que lo sumergían después de la construcción de la primera presa y luego, para preservarlo definitivamente, pues con la segunda presa el templo hubiera desaparecido bajo el agua. Abu Simbel, espectacular templo escarbado en la montaña y que visitamos en avión, tuvo el mismo destino, y destaca su monumental entrada de grandes estatuas y columnas.
Navegamos hasta el pueblo de los nubios donde compartimos un té en una de las casas, saboreando una divertida conversación con humor nubio, a la luz del atardecer eterno del desierto. Los dromedarios nos pasearon, la tumba del Aga Khan vigilaba el horizonte desde lo alto de su duna, los patos invadían los pastizales, las ranas cantaban y la dulzura del aire penetraba mi alma.
Alexander the Great y Kom Ombo
Instalado en el lujoso barco que lleva el nombre del gran rey griego, conquistador de Egipto, observaba cómo salían las estrellas y se reflejaban en las ondas del río, disfrutando de mi cóctel en la cubierta del Alexander the Great que iba a ser mi hogar durante 4 días, bajando el Nilo hasta Luxor. Además de Osiris, sentía la presencia del admirado Alejandro Magno que instaló la dinastía de los Ptolomeos en Egipto, inventando una fusión entre la gran civilización egipcia y la griega.
El amanecer nos sorprendió deslizándonos por esa agua que viene del centro de África, observando las riberas, hasta llegar al templo de Kom Ombo que conserva los colores de su decoración. Originalmente dedicado a Sobeck, el dios con cabeza de cocodrilo, el templo fue modificado por los griegos que incorporaron Haroeris (Apolo) bajo la forma de Horus, y luego por los romanos. El baile de los dioses me embargaba en el tormento de la historia, me hacía viajar en un mundo paralelo y antiguo, me mareaba con placer dentro de esa otra dimensión.
Edfu
Cuando llegamos en la tarde, el sol alumbraba los muros del templo, inventando un baile de sombras de las grandes figuras que adornan la suntuosa fachada. Lugar sagrado de la batalla entre los dioses Horus y Seth, el fastuoso templo fue dedicado a Horus y sus muros son un verdadero libro de historia y mitología. Construido en 237 a.C., es un maravilloso ejemplo de la arquitectura ptolemaica con su elegante fachada, su patio de inmensas columnas y sus capillas dedicadas a los dioses Isis, Osiris, Min, Jonsu, Ra y otros más. A pesar de la hora tardía, Osiris me esperaba para pasearme a lo largo de esos soberbios muros, intrigarme con leyendas o acontecimientos, reconociendo los faraones, los dioses y los símbolos. Edfu es una maravilla dedicada al arte, sofoca por su belleza y me dejó soñando bajo la protección de Osiris y los dioses.
El Valle de los Reyes y la Tumba de Hatshepsut
Después de pasar la esclusa de Edna donde se encuentra otro de los fabulosos templos, navegamos al ritmo de las montañas ocres que se perfilan detrás del oasis a la orilla del Nilo, observando a los pescadores, a los campesinos preparando la tierra y a las mujeres lavando la ropa. Una suave quietud invadía el alma mientras los ojos miraban la sencillez de la vida en el Nilo, como siempre ha existido. Llegamos a Luxor para visitar las maravillas del mundo antiguo.
La morrocotuda tumba de Hatshepsut, reina-faraón de la dinastía XVIII (de 1479 a 1457 a.C.), imponía su elegante arquitectura al pie de la montaña ocre y morada; sus jeroglíficos y figuras en bajorrelieves y pintadas me impactaron. Osiris me llevaba a recorrer las terrazas, los muros, las estatuas con miradas que surgían del lejano pasado y sonrisas que soñaban con el amor del dios Amón por la madre de Hatshepsut.
Al penetrar en el Valle de los Reyes, el murmullo del viento traía el sabor a arena y las tumbas que se presentan como unos túneles en la montaña sorprendían por la belleza de sus pinturas. Los muros vibraban con el alma de los difuntos faraones del Nuevo Imperio, el grito de los soldados representados en las escenas zumbaban en mi alma que admiraba la calidad de ese arte que ha atravesado el tiempo por más de 3000 años. Al penetrar en la tumba del rey niño de la dinastía XVIII, Tutankamón, podía sentir las emociones de Carter que la descubrió en 1922, intacta y cuyos tesoros admiramos en El Cairo.
En medio de los campos verdes del valle del Nilo, encontramos los colosos de Memnón que representan a Amenhotep III y que adornaban su complejo funerario después de haber sido parte de un inmenso templo. Se dice que las estatuas cantaban al amanecer y Osiris me confesó que era por el agua nocturna que se evaporaba con el calor del sol, hasta que el emperador romano Septimio Severo mandó a restaurarlas sin preservar ese canto.
Luxor
Karnak alberga el gigantesco templo, el conjunto más grande de Egipto, situado en la antigua Tebas, hoy llamada Luxor. Dedicado a Amón, me recibió con una larga avenida bordeada por las filas de esfinges con cabeza de carnero, símbolo de Amón, y al pasar el monumental pórtico, me impactó la grandeza del conjunto, me dominó la colosal estatua de Pinedyem I, me aplastaron las altas y numerosas columnas de la sala hipóstila con sus inscripciones y capiteles.
Finalmente, al atardecer, visité el templo de Luxor, cuando el sol alumbraba sus elegantes columnas, sus esfinges y obeliscos, su mezquita construida sobre los muros de los faraones, los colosos que representan a Ramsés II y vigilan la entrada, flanqueados por los obeliscos de los cuales uno se encuentra en la plaza de la Concordia en París, regalado al rey Carlos X en 1830. El firmamento se reflejaba sobre las piedras que brillaban con la luz de los proyectores, la música del viento jugueteaba entre las fisuras del tiempo, Ramsés II me sonreía y Osiris me contaba cómo Alejandro Magno dejó su huella en esa zona, al igual que Napoleón.
Alejandría
Volamos de regreso al Cairo, abandonando nuestro suntuoso barco que había sido nuestro hogar, y llegamos a Alejandría, el puerto fundado por Alejandro Magno en 332 a.C. al borde del delta del Nilo. Hubo tiempos que vieron surgir el fastuoso palacio de Cleopatra, el faro que alumbraba el Mediterráneo y la biblioteca que impresionaba a todos los filósofos y escritores del mundo. Me dejé llevar por el ritmo del mar que pegaba en La Corniche invadida por un aire de Europa, los edificios recordaban Italia, los hombres fumaban el narguile o pipa de agua en los cafés, la fortaleza simbolizaba el mundo conquistado por los árabes y la nueva biblioteca deslumbraba de modernismo. Visité la columna de Pompeyo aguaitada por la esfinge con cara de Ramsés II, las catacumbas que se intiman en el inframundo lleno de extrañas historias, y me dejé llevar por el ritmo de la ciudad más occidental de Egipto.
Osiris ha guiado mis sueños, ha llevado mis pasos por el mundo de los jeroglíficos y los bajorrelieves llenos de anécdotas antiguas, como si intimara con un mundo paralelo que ha existido. Egipto es un libro que permite soñar, un mundo lleno de romanticismo y de leyendas que fueron historia. Me he dejado invadir por esos sueños y Osiris me señalaba que si Cleopatra fue una belleza, Nefertiti era más hermosa e inteligente, invitándome a beber cerveza en la terraza de Tebas y me acompañaba a la puerta de mis sueños para penetrar en el bazar que me fascinó. Egipto es un enigma contado en las páginas de un libro del pasado y cuya historia se sigue escribiendo.
EGIPTO AMURA GUÍA
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Air France (México-París-El Cairo) junto con Aeroméxico, KLM, Lufthansa o British Airways
Para organizar el viaje
Jolley’s Travel
D. 8 Talaat Harb Street, Cairo
T. 20 (2) 5794619, 5777422, 5777340
Fax 20 (2) 577 1670
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[toggle Title=”Cuándo ir”]
La mejor temporada es de octubre a mayo. Es conveniente evitar el verano que es muy caliente y agotador. Los problemas políticos actuales no impiden el viaje y las manifestaciones no se encuentran en los senderos turísticos.
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[toggle Title=”Dónde dormir y comer”]
Four Seasons Cairo at the First Residence
Gran hotel con estilo, situado a la orilla oeste del Nilo, es la mejor opción en El Cairo con sus habitaciones que ofrecen una soberbia vista sobre el legendario río y un panorama excepcional sobre la ciudad con sus minaretes que desafían el polvo del desierto suspendido en el aire.
El elegante lobby ilumina la entrada, adornado con sus hermosas flores con inspiración del famoso Jeff Leatham. La dedicación de la gente, la perfección del servicio, la excelencia de la atención son los puntos que alzan el servicio al rango de soberbio.
D. 35 Giza Street, Giza, Cairo
T. 20 (2) 3573 1212
Fax. 20 (2) 3568 1616
Four Seasons Cairo at Nile Plaza
Four Seasons at Nile Plaza es la otra mejor opción para disfrutar de la ciudad ruidosa y agotadora. Con sus 30 pisos decorados al estilo Art Déco revisitado, tres piscinas, una de ellas al aire libre con atmósfera de oasis dentro del mismo oasis que es el hotel, nueve restaurantes y un Lounge. En el spa podemos gozar del Cleopatra Treatment que se acompaña con leche, miel y pétalos de rosas, un tratamiento excepcional y exclusivo del hotel.
D. 1089 Corniche El Nil, Maglis El Shaab, Garden City, Cairo
T. 20 (2) 2791 7000.
Fax. 20 (2) 2791 6900
Four Seasons Alejandría
La sofisticación de este hotel nos invita a relajarnos para gozar de espectaculares vistas del mar y de La Corniche, y disfrutar de los dos mejores restaurantes de la ciudad, situados en este hotel: el Kala y el Byblos.
El decorado recuerda los resorts de los años cincuenta con sus colores azul pastel que se emparejan con el azul del mar. En el Four Seasons Alexandria se siente el placer de vivir y probar la auténtica cocina del Mediterráneo, del Norte de África y de Oriente Medio.
D. 399 El Geish Road, Alejandría
T. 20 (3) 581 8000
Fax. 20 (3) 581 8080
Barco Alexander the Great
30 suites-cabinas con AC, caja de seguridad, mini-bar, TV satélite y DVD, baño completo, sala, toallas y sábanas de algodón egipcio no alérgico, comidas y bebidas incluidas, piscina, gimnasio, masajes, baño de vapor, Internet.
Reservar con Jolley’s Travel
T. 20 (2) 579 4619, 577 7422, 577 7340.
Fax 20 (2) 577 1670 [email protected]
Excursiones en las escalas
Visitar ElCairo (sus mezquitas, su museo y su bazar), las pirámides cercanas, Alejandría (las catacumbas, la biblioteca, el fuerte), los templos de Abu Simbel, Philae, Kom Ombo, Edfu, Luxor, Karnak, el Valle de las Reinas y el Valle de los Reyes. Posibilidad de instalarse en una de las playas del Mar Rojo, donde es sorprendente bucear y descubrir una gran variedad de peces de colores.
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