Patrick Hamilton es un artista chileno que ha recorrido el mundo con sus obras rojinegras. Su reinterpretación de objetos cotidianos lo ha llevado a transmitir diferentes críticas sobre la sociedad en la que vivimos y sobre lo que estamos enfrentando hoy en día juntos. Platicamos con él sobre su niñez, su proceso creativo, su color favorito y lo que hace única su colección Los Ladrillos.
Hoy, sus piezas se encuentran en la Galería RGR, en la colonia San Miguel Chapultepec, hasta el 27 de febrero. No te las puedes perder.
¿Cuál fue tu primer encuentro con el arte?
De muy niño, en casa de mis abuelos, había una colección de arte bastante importante que yo no entendía; con los años, la fui entendiendo. Mi bisabuelo era coleccionista, entonces mi primer encuentro con el arte fue ir apreciando todos los cuadros que había en la casa. La mayoría eran de artistas chilenos muy importantes del siglo XIX.
Yo creo que todos esos cuadros de alguna manera me marcaron en mi niñez. Posteriormente, en mi adolescencia, me empezaron a gustar pintores más modernos. A los 14 años comencé a comprar libros de arte de Picasso y Van Gogh. Me iba muy bien en mis clases de arte, y pésimo en todas las demás, entonces, de alguna manera mi encuentro se fue dando muy naturalmente.
¿Qué buscas transmitir con tus piezas?
Me interesa mucho un tipo de arte que, aparte de estar bien hecho en un sentido técnico y formal, sea innovador y entretenido; también me interesa que tenga contenido. Creo que el mejor arte tiene mucho contenido, muchas capas, y a lo que me refiero con contenido es a que tenga un mensaje social, cultural y esté relacionado con el mundo que estamos viviendo.
Yo creo que los buenos y grandes artistas son los que mejor han sabido responder a su época a través de la forma y los aspectos que tienen que ver con los conceptos, el contexto y el contenido, y eso es lo que yo intento hacer. De eso trata también un poco mi exposición.
Platícanos un poco sobre tu proceso creativo. ¿Por dónde empiezas al momento de crear una pieza?
Tengo 3 momentos. El primero es salir al terreno. Soy un artista al que le gusta mucho caminar, recorrer, cambiar la rutina, meterme a las tiendas y explorar. Soy muy curioso y la curiosidad es un elemento muy importante para un artista y también para el saber. El término “curiosidad” proviene del latín y significa “afán por saber”; la curiosidad como algo que te despierta y te moviliza. No soy alguien que esté sentado en su estudio esperando un golpe de inspiración.
También tengo otra parte que consiste mucho en leer y ver películas, y la tercera parte, que es fundamental, es el taller; ahí es donde llevo a cabo todo el proceso de elaboración. Esto es lo que toma más tiempo porque es cuando produzco y elaboro.
¿Cuál es el material con el que más te gusta trabajar?
Ocupo muchos materiales y herramientas que tienen que ver con el mundo de la ferretería y la construcción. Me interesan los objetos que ya tienen una identidad, un sentido y un uso, y yo lo que hago es manipularlos y guiar su sentido y uso hacia otro lado.
Por ejemplo, nunca he trabajado con arcilla, pero sí he intervenido objetos que están hechos de arcilla. No trabajo con materias primas, pero sí con muchos materiales hechos de diferentes elementos.
Empezaste a trabajar en tu colección Los Ladrillos hace varios años y hoy sigue siendo igual de relevante, especialmente con lo que está sucediendo actualmente en Chile. ¿Qué peso les das a tus obras y cómo consigues que de alguna manera sean atemporales?
Yo creo que una buena obra de arte en el sentido formal y estético siempre va a resistir el paso del tiempo. Hay arte que está muy relacionado con la coyuntura, lo que pasa hoy; eso se ve en las redes sociales, pero son golpes de vista. Una buena obra de arte debe resistir el golpe de vista y poder estar 300 años en un museo y seguir siendo provocadora.
Yo aspiro a que mis obras trasciendan en el tiempo. Por eso, soy muy cuidadoso con la estética de mi trabajo. Si bien hay un contenido que a veces puedes pensar que tiene mucho que ver con mi país, es un contenido que cuando lo traduzco a forma, se vuelve universal, porque todos hemos visto un ladrillo, sabemos lo que es. La gran mayoría de mis trabajos, como utilizo objetos reconocibles, todo el mundo los puede identificar y, en ese sentido, creo que mi obra tiene un alcance universal y evita esa resistencia al paso de tiempo.
Divides tu tiempo entre dos países muy diferentes: España y Chile. ¿En qué dirías que se parecen?
Me he dado cuenta de que la unión a través del idioma es muy fuerte. Es mucho más parecido España a Chile y a México que a Francia o Alemania, y ni hablar de Rusia, Polonia o Bulgaria. Por lo tanto, los puntos de unión son muchísimos. Por algo fuimos conquistados por los españoles; tenemos mucho de su cultura, desde el idioma hasta una cierta idiosincrasia.
Si no fueras artista, ¿qué carrera te hubiera gustado perseguir?
Filosofía. De hecho, estudié Filosofía. Bueno, primero estudié Arte e Historia del Arte y, cuando me titulé, estudié Filosofía. No alcancé a terminar la carrera, pero me gustaba muchísimo. Me fascinan los conceptos y las palabras, y creo que es una carrera que abre mucho la mente.
¿Cómo te describirías en una palabra?
Curioso.
¿Cuál es tu color favorito?
De niño era el naranja, pero hoy ya no me gusta nada. Creo que es el negro.
Si pudieras cenar con cualquier artista vivo o muerto, ¿con quién sería?
Con Marcel Duchamp. Y con Andy Warhol me iría de fiesta.
Entrevista realizada por María Zapata