Clasificado como uno de los cien mejores ilustradores del momento, el artista mexicano Gildo Medina ha recogido éxitos por todo el mundo. Su obra abarca todo tipo de técnicas y medios y su manejo del lápiz y la pluma Bic mezclan características hiperrealistas con fantasía moderna e innovadora. Aprovechando su estancia en México nos encontramos con él para que nos platicara un poco de su vida, del espacio que diseñó para Casa Palacio y del trasfondo de su obra.
¿Naciste con el interés por el arte o creciste con él?
Pasé por tres etapas: primero me lo fomentaron, lo que creo que es muy importante en cada ser humano; en segunda, mi personalidad siempre me hizo ser muy observador, me escondía de niño para ver los detalles y pasar horas descubriendo la textura de una hoja o de un insecto. Y por último, la etapa académica. Me encanta el arte y dibujar. He estudiado por quince años arte y dibujo, pues la vida no es fácil y no todo se da gratis. Estudié en Italia y en Inglaterra. Estudié diseño y arte, es una larga preparación.
De las disciplinas que practicas, ¿cuál es la que más disfrutas y por qué?
Creo que el dibujo. El dibujo es un diálogo muy personal, nadie se mete, no hay luz que influya, no hay flash que afecte. Soy yo, mi mano y un fondo o un lienzo en blanco. El dibujo es lo que hago desde que soy niño, creo que es innato. Lo demás lo he aprendido. Me hace sentir como pez en el agua.
¿Cuál dirías que es tu razón para hacer arte?
Me encanta contar historias. Al hacer esta mesa (diseño de mesa para El Palacio de Hierro) me di cuenta de que en lugar de decorarla creé todo un set, creé una historia, creé una cena utópica entre Napoleón y yo a partir de los objetos que tiene Rococo, que me fascinan. Yo comencé creando objetos y arte en México con Rococo, ellos fueron mis primeros promotores aquí, y hoy me toca escogerlos a ellos, en su espacio, con sus muebles. Casi todas las historias que cuento tienen que ver con mi experiencia, con quién soy, con mis viajes. A veces me considero un cronista, más que un dibujante.
Platícanos un poco sobre esta mesa.
El concepto de la mesa se hizo a partir de proyectos que vinieron a mis manos en años pasados de fotografiar escenas cotidianas en lugares que yo mismo creaba. Por ejemplo, en la embajada de Bélgica en París tuve la oportunidad de vivir dos años como invitado cultural y, dentro de las obras que creamos, nos inspiramos en una cena, que fué muy controversial pues fue una fiesta con DJ en el palacio de cinco mil metros cuadrados en Place de la Concorde. Este embajador, Pierre-Dominique Shmidt, invitaba a artistas contemporáneos a vestir todos los muros del Palacio de Lafayette, donde vivía María Antonieta, que siempre había sido la embajada de Bélgica. Así logró transgredir estos espacios, invitando a gente joven y revolucionaria. De esa historia hice un proyecto en Madrid, con el ministro de cultura y los diseñadores de La Cibeles, e hice una simulación de una cena aristocrática española. Creamos estas cenas burguesas haciéndole homenaje a Buñuel, por lo que cada fotografía era uno de sus personajes. Hoy, por casualidad, me invitaron a poner una mesa utilizando los objetos de Rococo. Puse un cojín con la letra G, que sería yo, y un plato con la cara de Napoleón. Es una instalación muy similar a lo que hago en mi obra artística y cada semana va a ir cambiando depersonaje. También el menú va a ir cambiando; en este momento son los platillos favoritos de Napoleón, posteriormente vendrá Lady Di, Michael Jackson, Carlos Slim… quien quiera venir a cenar con ellos está invitadísimo.
Profesionalmente, ¿quiénes son tus modelos a seguir o mayores influencias?
Demasiados. Primero, creo que me motiva el esfuerzo de la gente, aunque no siempre sea artístico. Me motiva mucho el tema de haber sido inmigrante, pues he vivido fuera de mi país por quince años. Mis héroes son los mexicanos que cruzan caminando el desierto y se meten en camiones, las mujeres embarazadas que nadan el río para poder tener una mejor vida y poder tener mejores ingresos para darle a su familia. Esos son mis héroes principales. ¿Por qué? Porque se esfuerzan, logran lo que quieren, van hasta el final y de ahí se superan, y creo que es la base de cualquier artista. Lo que no me gusta es cuando alguien ya se cree artista y no se esfuerza por reinventarse. Toda esta gente que lucha es mi modelo a seguir.
Y modelos artísticos, pues tengo toda una serie de artistas plásticos muy característicos, pero mi origen es el arte clásico, así que sigo amando a Caravaggio, a Degas y soy fan de Ingres. Sigo viendo que surgen nuevos artistas contemporáneos, pero sigo yéndome a la parte clásica y academista de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX. Y bueno, mis mayores influencias: Arturo Rivera y Rafael Cauduro.
De todas las ciudades en donde te formaste como artista, ¿cuál crees que es la más rica artísticamente? ¿Cuál te representa mejor?
Tiene que ver mucho con la comida, cuál es la más rica en sabor. No porque yo sea mexicano adulo más a la escuela mexicana de arte, pero creo que tenemos cosas que ninguna otra tiene. Tenemos un sabor de trasgresión: se nos ocurrió poner pirámides en un lago porque creíamos que ese era nuestro destino, porque así decía la leyenda. Somos soñadores, creemos en lo imposible y lo logramos. Después llega alguien y pone iglesias en las pirámides, y luego rascacielos. Venimos de lo imposible y esa carga no la tiene la escuela francesa, por ejemplo. Ahora, la francesa tiene otra manera de exigencia: “esto es y así debe ser y no hay quien lo mueva”, debe ser perfecto y nunca están satisfechos. Eso los hace muy estrictos, esa ha sido mi otra enseñanza. Buscan lograr lo más purista, lo más esencial, lo más académico. Para mí estas son las dos escuelas más importantes, la mexicana y la francesa, con un toque de escuela berlinesa. He trabajado mucho en Berlín, donde he tenido una ventana a ese avant-garde de los alemanes.
¿Cuál ha sido el momento más complicado de tu carrera?
Creo que lo más complicado hasta ahora me pasó hace poco. Acabo de exponer en París e inmediatamente tuve que mandar mi obra a Hong Kong y tuve que producirla yo solo aquí y creo que me ha costado trabajo que la gente vea más allá de su calidad. Mi obra ya no es un papel, pinto piezas y antigüedades restauradas, intervenidas con pluma Bic o con lápiz de cera y eso influye en los productores externos. La gente, por cuestiones de educación, no tiene la sensibilidad al cien por ciento para llegar a obtener productos de alta calidad mundial. Tuve que coordinar muchas cabezas, que educarlos un poco… e hicieron su mejor esfuerzo, aunque cuando llegó el producto final no fue suficiente, faltaba ese toque extra de calidad. Fue muy complicado hacerlo. Al combinar la visión mexicana con la visión internacional sé que todavía hay mucho que esperar en cuanto a calidad. Algo siempre se raspa, algo siempre se cae, algo siempre se rompe al final y yo no quiero que siga siendo así México. Sé que no debe ser así, que solamente es una comodidad. Tengo que enfrentarme al otro lado de la biculturalidad, que es el “ahí se va”.
¿Y el momento más gratificante?
Han sido varios, pero lo resumiría otra vez con la confianza. Que alguien te abra su casa, ya sea un palacio, una embajada, un museo, una galería, esa parte para mí es lo más gratificante. Que un lápiz sea mi llave maestra. Me ha ayudado a abrir puertas inimaginables, a romper barreras de clases sociales, raciales, de todo tipo. Esa parte es única. Creo que con un lápiz se puede mover el mundo, es impresionante.
¿Cuál sientes que ha sido tu mayor aportación al mundo del arte?
No sé si he llegado a ese nivel. Algo que puedo aportar es la curiosidad. Es decir, me ponen una cámara, sin saber tomar fotos empecé como fotógrafo en París. No sabía pintar ni en piel ni en nada y cuando me ofreció Rococo hacer esos sillones me moría de miedo, pero fue tanta la curiosidad que lo hice, y ahora mis sillones están en Hong Kong. No sabía hacer videos, me moría de miedo, me dan una silla para sentarme a dirigir y dirijo videos y ganan premios. No es por el premio, pero lo que aporto es una prueba de que la curiosidad la utilizas para llegar a donde ni siquiera te imaginas.
¿En qué estás trabajando ahora? ¿Tienes algún proyecto que esté por comenzar?
Sí. Por primera vez estoy pensando organizar una exposición en México, nunca he expuesto solo aquí. Estamos en pláticas con una galería en Polanco y va fabuloso, pues ya me ofrecieron el espacio para enero. Creo que el proyecto más importante de mi carrera ahora sería una exposición de Gildo Medina para presentarme por primera vez en mi país.
¿Qué piensas del arte en México?
Creo que hay dos vertientes, como en todo el mundo. El arte mexicano, el arte de local para local está creando un movimiento. No es que llame mucho a Rococo, pero veo cómo su visión es una incubadora de artistas, pues empezó a llamar a tatuadores de la Lagunilla, indígenas huicholes para hacer sillones, diseñadores gráficos, artistas, etcétera. Ya no es tanto el talento, ahora estos movimientos internos sirven para crear arte local y se está creando una explosión de creatividad en grupos locales mexicanos. También está el otro grupo, los que tenemos que dejar nuestro país y nuestra carrera se tiene que hacer fuera de México. El arte mexicano, está de moda, México está de moda. El arte mexicano como movimiento local en la Roma, la Condesa, Polanco, Tijuana, Monterrey, Guadalajara, está generando implosiones. Sin embargo, el arte mexicano como explosión, es decir, exportación, también está generando furor. En los dos, implosiones y explosiones, México está a todo lo que da. No nos para nadie.
Si nos pudieras recomendar una galería o algún museo en cualquier lugar del mundo, ¿cuál nos recomendarías?
Acabo de regresar de Tokio y, tanto esta como las otras veces que he estado en este lugar, en el Mori Museum he visto las mejores exposiciones de arte. Van desde el cine hasta el arte contemporáneo, arte plástico. Siempre me nutro del lugar.