En 1862, Louis Ernest Ladurée abrió su primera panadería en la Avenue Royal número 16, en París. Ladurée y su esposa mezclaron el concepto de cafetería con pastelería, dando así inicio a su primer salón de té parisino. Años después, cuando David Holder se hizo cargo de la pequeña tienda, ya tenía grandes sueños para la marca, pues quería darla a conocer al mundo. Holder abrió el segundo Salon de Thé en Campos Elíseos en 1997, y pronto comenzó a expandirse globalmente.
Lo que hoy se conoce como “el mundo Ladurée”, está com- puesto por lugares elegantes y mágicos que son la encarnación perfecta del estilo francés. En cuanto a sus sabores, han experimentado constantemente para dar un giro inesperado al gusto más clásico, sin perder el sentido de la armonía. Entre sus tradicionales religieuse y los clásicos macarrones, hay toda una gama de delicias que los hace atractivos para todos los asiduos a Ladurée.
Sin duda, sus macarrones se han posicionado en el mercado como la mejor marca para disfrutar de estos delicados bocadillos, que comenzaron a prepararse cuando Pierre Desfontaines tomó dos cáscaras de macarrón y las unió con un relleno de ganache, a mediados del siglo XIX.
A través de los años, su objetivo fue crear armonía entre lo dulce y lo salado por medio de un proceso de elaboración que busca traer los sabores de la infancia que evocan momentos de felicidad. De esta manera, los colores y sabores de cada uno de sus postres están diseñados para estimular tanto visual como gustativamente.
Hoy, dividen el proceso en tres partes. Comienza con la selección de almendras traídas de California, que se muelen y se mezclan con azúcar de repostería. Mientras, se baten claras de huevo y se agregan colorantes naturales que le dan a los macarrones un toque de colores pastel. Posteriormente, se hace un merengue italiano, que es la técnica que les da su acabado y aspecto brillante.
La mezcla se vierte en una máquina llamada trémie. Es la única etapa que no se realiza a mano, puesto que solo una máquina puede producir dos merengues exactamente iguales. Los 14 sabores clásicos, entre ellos pistache, pétalo de rosa, café, vainilla y limón, se elaboran a diario en la máquina, donde pasan de los colores más claros a los más obscuros para que ningún merengue se manche.
Por último, se rellenan los merengues para juntarlos y crear el producto final. Se necesitan habilidades excepcionales al utilizar la boquilla para colocar la cantidad correcta de relleno en cada una de las tapas. Este tipo de atención a los detalles se ha convertido en un elemento clave para el éxito de la marca.
Dos veces al año, Ladurée crea y lanza al mercado innovado- res sabores de temporada. La bóveda de la marca contiene más de 100 recetas secretas con varias combinaciones de sabores que superan diversas pruebas de calidad antes de llegar al mercado.
Aunque su reputación se basa en sus postres, también han desarrollado tradicionales platillos salados, dándoles un toque moderno. Estas recetas son a la vez clásicas y contemporáneas, siempre con ingredientes de la mejor calidad. Se conciben como una reinterpretación de los platos más emblemáticos de la gastronomía francesa.
Actualmente, Ladurée continúa creciendo y expandiéndose con su nueva colección de velas y tés que personifican aromas románticos y muy distintivos. Y por supuesto, no podemos dejar a un lado las cajas inigualables y muy representativas de la marca que contienen todos sus pro- ductos. El elegante envoltorio también se ha vuelto un ícono y es muy fácil darle un segundo uso después de haber disfruta- do de unos chocolates, unos macarrones o una religieuse.
El sueño de David Holder sigue su marcha: ya son 85 tiendas en más de 25 países que dan empleo a 1,400 personas por todo el mundo.
Texto por: María Zapata
Fotos cortesía de Ladureé