Estoy en el avión de regreso de una visita de sitio a una playa paradisiaca perdida en la costa de Jalisco. Todavía siento el sabor a salitre en los labios mientras intento acostumbrarme al sonido de las hélices que rugen y no dejar las uñas en el asiento por los nervios que me da un avión tan pequeño. Decido ver cómo distraerme y me encuentro en el bolsillo del asiento de enfrente una revista, de esas frívolas y fabulosas para descansar el cerebro.
Esta particular edición habla de color, contraste y tonalidad en el mundo de la moda. Me llama la atención porque últimamente, en mi rama, el precio, los watts y la tecnología han pasado a primer plano y cosas tan básicas como el color se desestiman. Y no solo hablo del color de una prenda de ropa o de la pintura en la pared de tu sala. Me siento un poco identificada, ya que días antes fui a comprar un producto de belleza a una de esas tiendas departamentales lujosas de la Ciudad de México y me tuve que salir a la puerta (lo que casi causó una intervención policiaca) porque la iluminación artificial que escogieron para “resaltar” sus productos me impedía ver el color que realmente estaba comprando y decidí consultar al sol, que es LA referencia para mostrar colores.
Y hablando del sol… Ese mismo cliente que me llevó un día a la jungla paradisiaca me habló varios días antes para pedirme —textualmente— “una luminaria para el sol”… [What!?]. La conversación transcurrió más o menos de este modo:
Cliente: Hola, me pidieron que te consultara acerca de una luminaria para el sol del mock-up room.
Yo (pausé, me rasqué la cabeza en una profunda duda y pregunté): ¿Luminaria para el sol? ¿Cómo?
Cliente: Sí, me dijeron que me podías recomendar un proveedor para comprar la luminaria.
Yo (pausa silenciosa laaaaaaaaaaaarga): Ehhh…
Cliente: ¿Bueno?
Yo: A ver si te entiendo. ¿Quieres una luminaria que replique el sol para el mock-up? ¿Estoy entendiendo bien?
Cliente: Es correcto, ¿Quién la hace?
Yo: El sol es LA fuente de luz… Esto requerirá un poco de investigación…
Colgué el teléfono en un estado de profundo asombro. Los clientes me han pedido cosas un tanto especiales —por así llamarle—, pero debo reconocer que ¡NADIE me había solicitado que reprodujera el sol!
El sol es la primera fuente de luz para nosotros. Es la referencia del momento del día, la referencia con la que se miden todas las fuentes luminosas artificiales. Nos da calor, nos proporciona una sensación emocional positiva y tiene una serie de connotaciones religiosas que no voy a comentar en este espacio. Aparte de todo, el sol tiene un índice de rendimiento de color (CRI, por sus siglas en inglés) perfecto. El IRC de una fuente de luz es una medida cuantitativa de la capacidad para reproducir fielmente los colores de los objetos en comparación con la fuente de luz ideal o natural de espectro continuo, esta luz ideal sería el sol. Esto significa que irradian energía en todas las longitudes de onda de su espectro, por lo tanto, la reproducción de todos los colores es fiel. Por eso, cuando la luminaria de “última tecnología” led en la tienda me impedía ver si era en verdad morado el color, salí a verlo bajo la luz del sol que me iba a decir realmente el color que estaba comprando.
La luz del sol cambia su temperatura de color a medida que cruza el cielo (o más precisamente, en la medida que la Tierra gira en relación a él). Al amanecer y al atardecer el sol aparece de un tono naranja-rojizo, ya que se filtra al pasar en ángulo por el denso filtro atmosférico. Tiene una temperatura de color de aproximadamente 2,000 K al amanecer y atardecer y 5,600 K en su punto más alto. Como referencia, la luz de una vela es de aproximadamente 2,700 K.
Al bajarme del avión luego de ese día de paréntesis estacional, llegué al frío húmedo típico de esta época. Estamos en otoño, y aunque el otoño mexicano no es tan drástico como los que viví en Nueva York, sigue teniendo unas peculiaridades únicas. Además, para mí, el otoño es color… es ámbar, terracota, café, naranja y rojo. Se ve en las hojas, las ramas y el follaje de los árboles.
Curiosamente, cuando la mayoría de la vegetación pierde sus hojas es cuando florece la orquídea zapatilla (Paphiopedilum) que embellece mi sala revelando sus verdes y morados que llevan escondidos todo un año. Cada tallo tiene solo una flor por lo general, que puede durar hasta diez semanas y aparece entre otoño y primavera. Sus flores tienen un aspecto ceroso, casi artificial, y el sépalo superior tiene un color que contrasta con el resto. En el caso de la mía, se trata de un morado espectacular. Esta particular belleza de la naturaleza prospera cuando hay menos luz en el día. Simultáneamente, es cuando me urge salir a la calle para voltear la cara y absorber los pocos rayos de sol disponibles.
Este otoño también trae el famoso cambio de horario que provoca una reacción visceral en todos. Amamos u odiamos en paralelo este cambio de horario, que añade más luz a una parte de nuestro día y le resta a otra. Recuerdo cuando vivía en Nueva York que entraba a trabajar de noche (7 a.m.) y salía de la universidad de noche (10 p.m.) y comencé a sentir una tristeza que no lograba explicar. En ese momento pensé que era estrés, o simplemente que extrañaba el cálido y constante sol de Puerto Rico. Luego descubrí que tenía hasta un término bastante conocido: Seasonal Affective Disorder. La luz afecta a los humanos en, al menos, dos formas: nos permite ver y apreciar nuestro entorno y, a su vez, regula y controla los ritmos biológicos de nuestro cuerpo, tales como el ciclo de sueño-vigilia. Los diferentes tipos y niveles de luz pueden afectar la capacidad de una persona para ver con claridad, identificar personas y objetos y conducir con seguridad. También pueden aumentar la eficiencia del sueño de los adultos mayores y reducir los síntomas del Trastorno Afectivo Estacional (TAE), o SAD [1] por sus siglas en inglés, que muchas personas (como yo) sienten durante el otoño y el invierno.
¿A qué quiero llegar con todo esto?
Cuando hablamos de Iluminación no podemos olvidar un componente imprescindible, que es la iluminación natural que complementa a la artificial. Desde la aparición de la luz eléctrica en nuestras vidas, todas las tecnologías que hemos desarrollado aspiran a ser como el sol, que es —y siempre ha sido— nuestra primordial fuente de luz. La incandescencia tiene características parecidas al sol, y los ledes aspiran a emular esa temperatura de color y reproducción cromática perfecta, pues el sol es perfecto. No soy experta en Iluminación natural, pero como diseñadora puedo apreciar la sensación visceral que me provoca entrar a un espacio bañado de luz solar. Uno solo podría aspirar a causar esa misma sensación al entrar a un espacio artificialmente iluminado. Pero ambos conceptos son solo una pequeña arista en el mundo de la iluminación o la luz.
El 20 de diciembre de 2013, La 68ª Sesión de la Asamblea General de la ONU proclamó 2015 como el Año Internacional de la Luz y las Tecnologías Basadas en la Luz (AIL 2015) [2]. El Año Internacional de la Luz es una iniciativa global que pondrá de relieve a los ciudadanos del mundo la importancia de las tecnologías de luz y ópticas en sus vidas, para su futuro y para el desarrollo de la sociedad. Es una oportunidad única para inspirar, educar y conectar a una escala global.
Al proclamar un año internacional que se centra en el tema de la ciencia y de sus aplicaciones en la luz, las Naciones Unidas ha reconocido la importancia de aumentar la conciencia mundial acerca de cómo la luz, a base de tecnologías, promueve el desarrollo sostenible y da soluciones a los problemas mundiales de la energía, la educación, la agricultura y la salud. La luz juega un papel vital en nuestra vida cotidiana y es una disciplina transversal imperativa de la ciencia en el siglo XXI. Ha revolucionado la medicina, abrió la comunicación internacional a través de internet y sigue siendo central para la vinculación de los aspectos culturales, económicos y políticos de la sociedad global.
Un Año Internacional de la Luz y las Tecnologías Basadas en la Luz es una excelente oportunidad de concienciar a profesionales y a todo el público en general, ya que no todo lo que ilumina son ledes. Dice Le Corbusier: “La arquitectura es el encuentro de la luz con la forma”, y yo le añado: la Iluminación es el encuentro y la interacción de la luz con el mundo. La luz lo es todo.
Más información: www.light2015.org