La llamada belle province de Quebec esconde parajes de película que contrastan escenarios naturales poco explorados con ciudades vibrantes, llenas de vida y color. Un viaje de invierno a las apacibles montañas y valles de la región de Laurentides puede comenzar por la muy cosmopolita ciudad de Montreal, que por esas fechas promete espectáculos coloridos y vida nocturna que vale la pena estrenar.
Como francófona, melómana y gastrónoma se puede definir Montreal, la ciudad más poblada del este de Canadá. Entre sus modernos edificios late el bullicio de una urbe joven y llena de vida, cualidad insospechada si pensamos en una ciudad que cada año atraviesa un prolongado invierno de ocho meses. Es aún más sorprendente cuando se disfruta de sus Nuits Blanches, pues sus fachadas y avenidas se iluminan durante el festival nocturno de Montréal en Lumière con tonos violeta, dorados, verdes y azules, y parece como si nadie quisiera quedarse en casa.
Fundada a orillas del río San Lorenzo, al igual que su hermana, Quebec, Montreal alberga museos, catedrales, barrios antiguos y mercados tradicionales que conviven con las más modernas y vanguardistas tendencias del arte, la moda y la gastronomía y que, sumados a su innegable estilo europeo, marcan su sello de identidad.
Al interior de la basílica de Notre-Dame tiene lugar una espectacular experiencia de luces y sonido, Aura, diseñada para resaltar y hacer notar los bellos detalles de la arquitectura de estilo neogótico que ornamentan el interior de la iglesia. A tan solo unas calles de distancia se en- cuentran los barrios más concu- rridos del Downtown: el Quartier Latin, el Quartier des Espectacles y el Golden-Square Mile, lugares de exclusivos bares y restaurantes, así como extraordinarias expresiones de Street Art, obra de artistas y colectivos, otro sello distintivo de la ciudad que es sede de dos festivales anuales, uno internacional, de arte urbano.
Entre las calles y fachadas de piedra del Old Port, los bares speakeasy son parte esencial de la vida nocturna de Montreal. Desde el ecléctico y muy chic Coldroom al clásico Clandestino, dedicado al tequila y al mezcal, o el moderno Boho, todos en la Place d’Armes son solo una muestra de su variada originalidad y calidad en mixología local e internacional.
La gastronomía es uno de los puntos clave de la ciudad. La diversidad cultural ha traído a los montrealeses una oferta gastronómica internacional de altura. Japonesa, griega o francesa, así como cocina de producto o tradicional estilo farm to table, el viaje gastronómico está garantizado. Pero si se desea culminar una noche al mejor estilo local, la cita es en la antigua Dominion Square Tavern, que combina las bondades de un elegante pub inglés con la más fina cuisine francesa.
LAURENTIDES
Una de las regiones más encan- tadoras de la provincia de Quebec son las suaves cordilleras Laurentides, situadas a tan solo 45 minutos al norte de Montreal. Como centro de invierno, no compite con sus primas del oeste, como el gigante Blackcomb en Whistler, pero a cambio ofrecen otra variedad de viaje invernal.
La región aledaña al Parque Nacional Laurentides alberga villas apacibles engastadas en extensos bosques y numerosos valles y lagos, como Saint-Sauveur, Tremblant o Héli-Tremblant, desde donde es posible tomar un vuelo en helicóptero para conocer la región que rodea Mont Tremblant, la montaña más alta de la cordillera.
Los habitantes originales de la región, los algonquines, contaban la leyenda de su dios, el Gran Manitou que, al percibir algún daño a sus dominios naturales, hacía temblar las montañas, de ahí el nombre de la montaña que fue adoptado en el idioma de los colonos franceses.
Infinidad de actividades de in- vierno se realizan en la zona y es posible aprender o disfrutar las muchas formas de movilizarse en la nieve, a motor o a tracción animal. También es posible alojarse en sencillos hoteles boutique o en amplios y lujosos resorts para quienes acuden en plan familiar. Aquí la naturaleza es generosa y prístina, pues además de ser un inmenso territorio natural, Canadá está considerado el segundo país con el aire más puro del planeta.
RESORTS, SPAS Y GASTRONOMÍA
Tremblant cuenta con una gama de elegantes resorts y exclusivas locaciones para hospedarse. También con restaurantes de alta gastronomía y variedad de bares, bistrós, brasseries y charcuterías.
Manoir Saint-Saveur, Le Westin y Estérel son los resorts y spa que ofrecen un servicio de lujo impecable con todas las comodidades para un alojamiento invernal. Todos cuentan con instalaciones de primera ideales para los entornos privilegiados de estas montañas.
El Estérel, rodeado por tres lagos, se especializa en baños termales y se precia de tener una de las colecciones de vino más importantes de la región, que pueden ser degustados en su exquisito Bistró à Champlain. El resort suma dos acogedores hoteles boutique, el Emotion y el Evolution.
Para una cena de alta gastronomía, el Quintessence, ubicado en el legendario hotel del mismo nombre, es un destino obligatorio para cualquier buen gourmand que se encuentre de viaje por Tremblant. De raíces francesas, la cocina consiste en un menú estacional elaborado a partir de ingredientes locales, que pueden ser acompañados por una selección de vinos galardonados internacionalmente.
ACTIVIDADES
Mont-Tremblant abarca 650 hectáreas de terreno esquiable, con cuatro niveles de dificultad en pistas. El centro se encuentra junto a una villa con restaurantes, bares, tiendas y plazas plenas de actividad durante las cuatro estaciones del año. Durante el invierno, los paseos a través de la montaña pueden hacerse en fatbikes, bicicletas con llantas anchas especialmente diseñadas para terrenos movedizos como arena, lodo o nieve.
En Saint-Hypolite, la escuela Aventures Plein Air enseña los rudimentos de conducir un trineo con perros y, al cabo de una clase, la práctica incluye un paseo sobre un lago congelado y sus alrededores. Con ellos también será divertido tomar un paseo en snowmobile, pues son expertos en este medio de transporte.
Esta es una travesía repleta de paisajes, cultura y emociones, aunada al trato cálido y cortés de los canadienses francoparlantes de la provincia de Quebec. Desde el bullicio y el color urbano en las noches de Montreal al majestuoso blanco de las nieves de las Laurentides, la región promete uno de esos viajes que, sin duda, será inolvidable.
Texto por: Cordelia Arias Toledo
Fotos por: Santiago Rodríguez