Ante la clausura temporal de los museos, las galerías de arte y los espacios culturales, la mayoría de estas instituciones han recurrido a sus archivos para mantener un diálogo activo con su público; así, transmiten contenidos de exposiciones pasadas o virtuales, programas didácticos, IGTV y lives con artistas. Toda esta oferta cultural nos ha mantenido entretenidos durante el confinamiento, pero había algo extraño en ello, parecía una simulación en la cual faltaba algo. Nada puede compararse con el contacto físico y, mucho menos, con tener un encuentro directo con las obras de arte, porque ninguna reproducción puede replicar la experiencia estética y metafísica que se produce entre el artista, la obra y el espectador en un espacio y un tiempo real.
Durante la cuarentena, Mario García Torres propuso que los museos abrieran sus puertas y nos dejaran entrar uno por uno. En ese contexto, y después de establecer un diálogo con el curador Kit Hammonds y el equipo del Museo Jumex, surgió el proyecto expositivo “Solo”, la primera muestra del artista de Coahuila en esta institución privada.
En la exhibición, el espacio museístico se convierte en el estudio del artista, en el cual se desdibujan por completo las fronteras entre lo personal y lo profesional, lo público y lo privado, revelando así los procesos y modos de producción al espectador por medio de cuatro cámaras de vigilancia -artefactos que nos remiten al modelo panóptico de Foucault- que registran todas las acciones que este realiza durante el horario en el que normalmente estaría abierto el museo.
En la exhibición, podemos apreciar los métodos y la técnica que Mario García Torres emplea para verter el polvo de tóner sobre los lienzos en blanco; la forma en la que mantiene conversaciones o entrevistas con amigos, críticos, músicos y curadores; o el modo en el que lee en voz alta uno de los innumerables textos que sirvieron como referencia bibliográfica para realizar este proyecto que nos remite a los retiros y las residencias artísticas que han contribuido a crear una imagen tradicional y romántica del artista trabajando solo en su estudio.
Al apropiarse de un espacio dentro de un museo de arte contemporáneo, el artista hace una crítica sobre las condiciones actuales y futuras del museo como institución. El objeto que produzca durante este periodo será exhibido como obra de arte una vez que Jumex abra sus puertas y podrá entrar únicamente un visitante a verlo. Sin embargo, lo interesante de esta ingeniosa propuesta es que plantea la posibilidad de mantener en funcionamiento el museo mediante la transmisión de la exposición en vivo de manera virtual desde una página web hasta su reapertura.
No es necesariamente el resultado final, sino el proceso en el cual quedarán registradas y documentadas todas las acciones y movimientos llevados a cabo por el artista conceptual en la sala del museo durante este período. Quizás eso sea lo que se convierta en la obra de arte y no el objeto que produzca al concluir este proyecto experimental; solo el tiempo lo determinará.
Tuve la oportunidad de entrevistar a Mario García Torres, quien nos comparte lo siguiente.
¿Cómo concebiste la idea de hacer esta exposición virtual y transmitirla en tiempo real?
Cada proyecto es para mí un problema a resolver. Esta vez, el problema estaba definido por un nuevo contexto, totalmente extraordinario: el de la pandemia y las medidas que se tomaron en relación con ella. El problema venía de un lugar conceptual, de un espacio determinado históricamente por la llamada crítica institucional. ¿Qué hacemos con los museos en este nuevo momento? ¿Los usamos o los dejamos ahí, abandonados por un tiempo indefinido? ¿De quién son los museos y quién tiene esa responsabilidad? ¿Cuál debe ser el rol del arte y la cultura en estos tiempos? Para mí, era y es muy claro: los museos deben seguir funcionando y los artistas debemos ayudar a mantener ese espacio en funcionamiento, porque los museos son espacios extraordinarios y esenciales para nuestra sociedad, ya que nos hacen reflexionar y nos ayudan a descubrir quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, por decirlo de una manera sencilla.
De esas preguntas nació la idea hacer una exposición nueva, de crearla de cero, y de no solo compartir exposiciones que se han hecho en el pasado, lo cual fue lo que la mayoría de las instituciones culturales hicieron al inicio de la pandemia. La idea era mantener el museo funcionando y darle la vuelta a las nuevas reglas. Por otro lado, fue una idea que se desarrolló a través de varias discusiones con el curador y el equipo del museo. No es que uno tenga una idea, y pum, aparece; es algo que se va formando, detalles que poco a poco van definiendo un proyecto y lo que este tiene el potencial de provocar.
¿Cómo definirías “Solo”? ¿Es una exposición o un performance?
Para serte sincero, la pregunta es algo que he tenido perenemente presente. Unos días me parece relevante y otros no; ¿realmente necesitamos definirlo? Pero la pregunta es importante, y creo que precisamente esa confusión hace de este esfuerzo algo interesante. Mas allá de esas definiciones, creo que la obra es todo lo que va pasando en la galería, cada movimiento, cada trabajo, ya sea intelectual o físico. Hay registros de algunos actos, como las obras pictóricas, pero también hay lecturas, aburrimiento, cuestionamiento, etc., parte de ello documentado por las cámaras.
¿Qué se siente estar vigilado por cuatro cámaras ocho horas al día cinco días a la semana como si estuvieras en un reality show como Big Brother?
Sí, es raro, pero eventualmente se te olvida. Estás siendo “vigilado” por una audiencia muy abstracta. Nunca es del todo claro si en efecto alguien está viendo la señal allá afuera… eso hace que sea más fácil olvidarlo. Por otro lado, es como ser el actor, pero también el director y el editor del programa de una serie de TV que se entrega en capítulos, pues yo mismo muevo cámaras y edito las imágenes.
¿De qué manera sientes que esto ha afectado o tenido una influencia en el proceso creativo de tu obra?
No creo que la conciencia de que alguien está posiblemente allá afuera vigilando lo que haces ayude a mejorar los pensamientos o conclusiones que tienes durante tu trabajo. Tal vez por eso uno busca olvidarlo, para no estropear esos desarrollos. Muchas veces me he quedado a trabajar horas después de que se apaga la transmisión (que responde a los horarios en los que el museo debería estar abierto), y creo que en esos momentos he sido más creativo.
¿Llegaste al museo con una idea de lo que querías hacer o te dejas llevar por el momento de una manera más orgánica e improvisada?
Nos preparamos con algunas ideas y materiales, pero mi lógica fue tratar de definir lo menos posible. Un acto que fue importante es que traje conmigo una bibliografía específica para este tiempo y en algún momento me pareció relevante compartir esa selección, así que le escribí a varios amigos y colegas solicitando que me enviaran textos que consideraran interesantes para la ocasión. Eso me hizo leer el proyecto desde lugares distintos y dejarme influir por esas ideas.
¿Qué diferencia encuentras entre la práctica artística que tenías en tu estudio a la que tienes dentro de la sala de un museo sabiendo que te están observando?
Totalmente distinta, pero no creo que sea el museo, sino la soledad, el aislamiento. Eso es algo que no sucede cotidianamente en mi estudio, menos por tiempos tan prolongados.
¿Qué referencias de prácticas artísticas o exposiciones en la historia del arte contemporáneo influyeron en la creación y concepción de “Solo”?
Durante una de las primeras discusiones que tuvimos como parte del programa público apareció la referencia a una obra de 1970 de Robert Irwin que no tenía registrada. Era una pieza que consistía en apartar un mes en una galería en Los Ángeles para que el artista visitara el espacio totalmente solo, tuviera momentos de contemplación y pensara en la obra que podría hacer ahí. A ese gesto se le tituló “Experimental Situation”. Incluso, se hicieron invitaciones para que la gente supiera que el espacio estaría vacío durante ese tiempo. Durante “Solo”, he estado buscando información de esta mítica exposición y en general sobre la obra de Irwin, en quien nunca me había clavado.
Por otro lado, desde antes de que se activara la exposición, tuve las ideas de Bruce Nauman sobre el estudio muy presentes; al igual que las de Daniel Buren, me hicieron pensar en lo que aquí sucedería. Desde una perspectiva distinta, la retórica de Bas Jan Ader y la de Rodney Graham en relación con la soledad y le negociación respecto a la idea romántica del artista fueron importantes. Las ideas de artistas de la llamada crítica institucional como Hans Hace y Michael Asher fueron importantes al momento de pensar en transparentar las actividades cotidianas de un museo. Mierle Laderman Ukeles, quien generó un importante cuerpo de obra relacionado con la cultura del servicio y el mantenimiento cívico de museos fue primordial. Preguntas vinculadas al gesto artístico como “cuidador” de un lugar fueron agresivamente discutidas por esta gran artista feminista. Las duraciones de performances en galerías y museos como los de Vito Acconci o Chris Burden fueron definitivamente una referencia. Durante la preparación del proyecto me puse también a la tarea de conformar una “breve historia del chorreado en el arte” que, de hecho, en mi visión comienza con David A. Siqueiros y termina con John Armleder, pasando por Jackson Pollock, Helen Frankenthaler, Morris Louis, William Anastasi y Robert Smithson, por mencionar a los que hicieron las obras mas icónicas en este sentido. Casi todo lo que mencioné fue parte de la bibliografía que traje conmigo al comienzo del proyecto.
Al mismo tiempo, durante esta interminable cuarentena, propusiste la idea de asistir al museo uno por uno, lo cual inmediatamente se hizo viral en las redes sociales. ¿Cómo se te ocurrió ese planteamiento y de qué manera crees que podría funcionar en un lugar como la Ciudad de México?
Durante las primeras semanas de la cuarentena empecé a extrañar enormemente el contacto con el arte y con la atmósfera que un museo propone. Esas primeras semanas, realmente me hicieron repensar esas experiencias. Por otro lado, veía claro que la ruta que había tomado nuestro gobierno federal delineaba ya una ruta mucho más larga hacia la normalización que la de otros países. Mientras tanto, algunos países empezaban a trazar su regreso y algunas galerías comerciales empezaron a plantear la idea de visitar sus espacios de uno en uno; ellos obviamente en espacios mucho más reducidos que nuestros museos.
Harto de estar en casa e imaginando que todos nuestros conciudadanos sentían la misma frustración, pensé que eso podría hacerse a gran escala en toda la infraestructura cultural de nuestro país. Estaban ahí los museos, grandes espacios, solos, deshabitados, algunos tan amplios como parques. Y pensé que si nos organizábamos, podríamos tener un espacio de contemplación, soledad y tranquilidad, todos, cada uno su momento, poco a poco. Pensé que esto nos podría ayudar a repensar nuestra salud emocional, lo cual también se discutía ya como uno de los problemas que tendríamos que enfrentar en el mundo entero.
Así que empecé, casi como broma, a tratar de poner esa discusión allá afuera y, como dices, rápidamente encontró eco en mucha gente. Es muy fácil que funcione. De hecho, ya estamos trabajando en la implementación. Cuando se empezó a discutir públicamente, poco a poco fue añadiéndose gente que quería hacer de esta idea una realidad. Hoy es una iniciativa de la sociedad civil, de un grupo de gente muy diversa con la misma conciencia sobre la importancia de los museos en nuestra cotidianeidad.
Pronto podremos anunciar cuál será el primer museo que abra las puertas y nos permita entrar de uno en uno. Será una cosa sencilla: por internet harás tu cita; escogerás un momento del día en espacios de media hora. Asistirás al museo y un guardia te dará la entrada. En el interior, un custodio te acompañará de lejos y será quien te avise que el tiempo ha transcurrido. Dentro de ese tiempo, podrás recorrer el museo tú solo, a tu propio ritmo. No habrá nadie más en las salas. No tendrás contacto físico con nadie y el museo cumplirá con todas las normas sanitarias para que sea una experiencia sin riesgo. ¿Te lo imaginas?
Debido a la contingencia sanitaria, la mayoría de los museos y galerías cerraron sus puertas al público y optaron por hacer exposiciones virtuales. “Solo” es una exposición que se transmite en tiempo real, pero se visita online. ¿En qué medida crees que esta mediación afecta la experiencia estética entre el artista, la obra y el espectador?
De una manera muy importante. Desde aquí, dentro del museo, quisiera abrir la exposición y poderla compartirla con amigos y colegas. Más que nunca, creo que la experiencia de estar en un museo y enfrentarte a la obra de arte físicamente es probablemente la base mínima para comenzar a entenderla. Pienso que a través de las cámaras se vive una experiencia totalmente distinta. Ese filtro que separa la realidad de la imagen redefine la obra enormemente. Me he dado cuenta de que es casi imposible para mí hablar de lo que sucede dentro del museo con alguien que lo ve a través de las cámaras, porque estamos hablando de cosas totalmente distintas. Es una de las paradojas del proyecto.
Al ser el centro de atención de la exposición, ¿consideras que el artista es en sí mismo una obra de arte. Si es así, ¿por qué?
¡No! El artista no es la obra, nunca. Cuando mucho, es un personaje que puede estar dentro de una obra de arte.
¿Cuál ha sido tu experiencia personal y profesional en estas semanas que llevas haciendo el proyecto?
Es importante tu pregunta, porque creo que ese debate está siempre en la actividad del artista y en el meollo de este proyecto. Lo personal contra lo profesional o lo público. ¿Dónde termina uno y comienza el otro? Hay una parte muy satisfactoria de estar en aislamiento; te da libertad, ya que no tienes otra responsabilidad más que la de ser artista. Por otra parte, “ser artista” implica un compromiso y conlleva poner en un espacio de cuestionamiento cada cosa que hagas. Hoy por hoy, después de casi veinte años de trabajar profesionalmente, considero que esa vulnerabilidad es una de las cosas más valiosas de ser artista. Ponerte en un lugar complicado y discutirlo con los demás, me parece un acto que te obliga a repensarte y a crecer. Creo que esa ha sido mi experiencia, averiguar cómo hacer una exposición –como muchas otras que he hecho–, pero a diferencia de las otras, esta se encuentra bajo una atención y un cuestionamiento extremo, y eso también es muy satisfactorio en términos personales y profesionales.
La mayor parte de tu obra artística es un cuestionamiento de la definición del arte. ¿Después de todos estos años, has encontrado una respuesta?
Tengo algunas nociones que se pueden acomodar en distintos contextos y discusiones, pero creo que lo mejor es saber que solo es parte de una gran discusión. Es interesante la búsqueda, pero ojalá que cada vez que llegue a una repuesta más o menos clara algo venga a cuestionarla de nuevo.
Desde tu punto de vista, ¿cuál es el compromiso que el artista en la actualidad debe tener con la sociedad?
Uff, esta podría ser una respuesta que llenara un libro entero. Es complicado y está en debate también. En lo inmediato, podría decir que los artistas somos personas a las que se nos ha ofrecido el espacio para pensar un poco distinto, fuera de la norma. Para empezar, mantener ese capital cultural, y es una, tal vez la primera de nuestras responsabilidades. El arte es un lugar donde todos los que no se comportan bajo el orden cotidiano tienen un espacio, donde cada una de esas maneras extraordinarias de ver la vida caben, y están sujetas a interpretación y a juicio. Eso no existe en ningún otro lugar. Hablo de artistas visuales, pero también se debería incluir la literatura, la música, etc. El artista es alguien que tiene la posibilidad de no actuar, de echarse para atrás, de darse tiempo para reaccionar desde otro lugar. El arte es un espacio que tiene el potencial de hacer a la sociedad cuestionarse y dudar, y de plantear más caminos que los que la retórica progresista ofrece.
La exposición se estará transmitiendo en vivo de martes a domingo de 10 a.m. a 7 p.m. hasta que el museo reabra sus puertas.
Escrito por Sheila Cohen