Tatiana Camacho (Bogotá, 1987) es una artista que utiliza el medio fotográfico para capturar imágenes del desnudo y su relación con la naturaleza. La desnudez en la historia del arte ha reflejado los criterios sociales para la estética y la moral. El trabajo de Tatiana propone dejar de objetivar el cuerpo femenino y alejarse de la búsqueda de la perfección, influenciada por la pintura clásica. Su obra explora el cuerpo desnudo desde una perspectiva más naturalista. Para acceder a algunos de los momentos más sutiles, la fotógrafa colombiana se desnuda para fotografiar a sus modelos. Esta desnudez compartida entre el fotógrafo y el sujeto (s) activa una atmósfera fértil de empatía y conexión. El sujeto ya no es un objeto.
La idea de la naturaleza como entidad maternal que nos mantiene dentro de su cama es una imagen colectiva construida desde los inicios de la humanidad. Desde esta premisa, Tatiana Camacho se posiciona como observadora, habitante y descendiente. Sus imágenes se presentan como fragmentos de un caleidoscopio a través del cual el espectador se asoma para recoger momentos suspendidos en el espacio, momentos de revelación en profunda comunión con la naturaleza. La humedad, la vegetación, el sonido de los insectos, la luz que se filtra por las aguas subterráneas se convierten en epifanías instantáneas en las que el cuerpo terrestre abraza al cuerpo humano.
La feminidad esencial en esta serie de imágenes se manifiesta más allá de representar el cuerpo y el paisaje. Se descubre como un lugar idílico; como el sitio al que anhelamos volver. El mismo que nos recuerda de qué estamos hechos. Las imágenes de esta fotógrafa seducen en profundas exploraciones sobre lo femenino; por eso, en su última serie, expresa la necesidad de estar en contacto con el poder de lo femenino y la naturaleza. Hablamos con Tatiana Camacho para que nos contara más acerca de su primera exposición individual en la galería MAIA Contemporary.
¿Por qué escogiste el título “Beauty, Biology and Belief” para tu primera exposición individual en la Ciudad de México?
Son tres temas que exploro mucho en mi práctica creativa y que se ven reflejados en mi vida. La energía de la belleza, lo que significa, lo que hace por nosotros y de la cual busco estar rodeada es uno de mis propósitos, y a la vez mi mayor inspiración. Luego, la biología humana y la de todos los reinos me interesa mucho. Me encanta la ciencia, la naturaleza como maestra de vida, expresión y manifestación de la divinidad y las aterrizo en este plano como estudios de biología. Entre mis ramas favoritas de la ciencia esta la neuroplasticidad, que es una ciencia relativamente nueva que propone que la realidad que cada quien habita está compuesta de un sistema de creencias instaladas en nuestro cerebro desde que somos niños. Vivo mi vida y mi práctica constantemente observando y cuestionando mis creencias.
Uno de los objetivos de tu obra es alejarse de la perfección influenciada por la pintura clásica y, al mismo tiempo, mostrar la relación que hay entre el poder de lo femenino y la naturaleza. ¿Qué es lo qué buscas capturar con la lente y cuál es el mensaje que buscas trasmitir o el efecto que quieres provocar en el espectador a través de tus fotografías?
Pues no podría decir que mi objetivo es alejarme de la perfección influenciada por la pintura clásica. Jamás lo fue. Lo que sí era uno de mis objetivos era exponer el desnudo femenino desde la mirada de una mujer. No es que buscara mostrar la relación que hay entre el poder femenino y la naturaleza, la relación es inherente. Simplemente, buscaba agregar más voces a una conversación que suele ser liderada por la voz masculina, la cual sexualiza automáticamente el desnudo femenino. Por otra parte, buscaba una manera sutil de recordarme y recordarnos que somos naturaleza, que en esencia y origen somos aquello que estamos destruyendo. Buscaba recordarme y recordarnos que hay otras maneras de vivir; que la más auténtica conexión con nuestro espíritu se encuentra a través de nuestro contacto con la naturaleza. A su vez, siempre busco trasmitir armonía al espectador. Siempre tengo la intención de que mi trabajo sea de servicio para quien lo ve. Que transmita paz, majestuosidad, presencia y que la belleza que encuentren en la obra suavice el instante en el que entran en contacto con ella.
Según el teórico John Berger, en la historia del arte la mayor parte de los desnudos han sido de mujeres retratadas por hombres; es decir, la mujer ha sido vista como musa. En ese sentido y siendo mujer, ¿cómo le haces para cambiar esta mirada masculina y dejar de objetivar el cuerpo femenino?
No sé si lo he logrado cambiar. Solo he tomado las fotos que he tomado y las he compartido. A la mayoría de la gente le causa conflicto tener estas piezas en su casa. Al menos en Latinoamérica, es como si les diera miedo el desnudo, se relaciona demasiado con el sexo y a la gente le da vergüenza. Nos guste o no. Y a pesar de que ya esté empezando a cambiar, la mirada masculina sigue dominando.
Tengo entendido que te desnudas para fotografiar a las modelos, de modo que no solo te colocas como observadora, sino también como participante. ¿Por qué es tan importante este proceso para la ejecución de tu obra?
Lo hice la mayoría de las veces. Era clave para la energía de la sesión. Al final del día, la búsqueda de este proyecto de años y de esta serie fue sumamente íntima y personal. Yo quería aprender de mí a través de las mujeres con las que compartí las sesiones. Quería que entendieran que no estaba ahí para juzgarlas ni mucho menos a su cuerpo, y que a pesar de que yo tuviera la cámara y se registrara la actividad, lo que realmente era importante es que estábamos en las mismas. Desnudas en la selva, o la playa o el desierto. Vulnerables, pero valientes. Dejándonos ver en cuerpo, mente y alma; espejeándonos la una a la otra. Si yo me vestía, era como si pusiera una barrera entre ambas.
¿Alguna vez has pensado en retratar el desnudo masculino?
Lo intenté y lo hice de hecho. Solo dos veces, pero no era lo que buscaba. Al final, como ya he dicho, esto comenzó como una búsqueda personal. No sabía yo a dónde iba con todo esto; era más bien una terapia para mí que cualquier otra cosa. El proceso de desnudar y retratar hombres no tenía nada que ver con lo que yo buscaba.
Descríbenos un poco tu proceso creativo. ¿Cómo escoges a las modelos? ¿Qué cualidades buscas en ellas? ¿Cómo escoges el escenario y por qué siempre están inmersas en paisajes naturales?
Intuición, intuición, intuición. La vida y mis creencias me han puesto en el camino mujeres de las cuales tengo que aprender y a las cuales les tengo que enseñar. Mi prioridad siempre era que fluyera suavecito, sin forzar nada. Hubo muchas mujeres que quise retratar que no se dejaban por pena o porque se sentían gordas. Siempre busco rodearme de gente que admiro y mi selección de modelos no era una excepción. El escenario lo escogíamos entre todas, siempre era fruto de una aventura que queríamos emprender juntas, como comadres explorando la tierra. Lugares donde nos sintiéramos seguras estando solas y desnudas. La selva es mi adoración; buscaba yo pasar mucho tiempo sumergida en ella. Y entre más cerca del mar, mejor. Entre más cerca estoy de la naturaleza, más presente me siento. Es el hábitat en el que puedo observar toda creencia que obstruye mi autenticidad. Siempre busco estar en equilibrio y mi prioridad por sobre todas las cosas es mi bienestar mental. Los paisajes naturales restauran mi equilibrio interno como nada más lo hace.
Tu medio ha sido la fotografía y el desnudo tu objeto de estudio por muchos años; sin embargo, en los últimos meses has empezado a experimentar con la puntura. Cuéntanos qué has descubierto en este proceso o transición.
¡Ha sido un torbellino hermoso! Me urgía salirme de las pantallas y de la forma figurativa. Sentía el llamado de empezar a crear más con el cuerpo y desde la presencia. Las pantallas me quitan mucha presencia. La cámara me hace entrar en una especie de embudo que se sentía asfixiante al final. Ya dominaba la técnica de fotografiar desnudos, y por ende fotografiar desnudos ya no me daba presencia, sino al contrario, me la quitaba. Mi búsqueda más importante es el cultivo de la presencia y acudiré a lo que me la dé.
En cambio, la pintura me arraiga en mi presente. Mucha gente me ha apoyado y mucha otra no. Gente clave que pensé que me apoyaría me ha dado la espalda y me ha dicho que no puedo pintar; sin embargo, gente que jamás esperé me está empujando con toda su fe y aplaudiendo por dar el salto. Lo que he concluido con este proceso es que no importa quién me apoye ni a quién le guste sino una vez más seguir la tripa. Agachar la cabeza en un mundo que no conozco y estar dispuesta a cometer errores, aprender y confiar que la creatividad y el arte son fuerzas súper amorosas que no tienen límite.
El cuerpo de obra que integra tu primera exposición individual en la galería MAIA Contemporary está compuesto por una serie de fotografías, las primeras del proyecto The Dark Side of the Rainbow que realizaste con Pablo González Vargas y presentas en Salón ACME 8, y las últimas se caracterizan por estar enmarcadas en formas geométricas que dan la impresión de ser tridimensionales. Esta serie la realizaste en Tulum, a donde te acabas de mudar. ¿De qué manera ha influido tu trabajo mudarte a este destino paradisiaco, pero, sobre todo, regresar a la naturaleza?
¡Pues es que ya me la pasaba en la naturaleza! No ha influido en nada porque donde menos tiempo pasaba yo antes de mudarme era en la ciudad. Ya no siento la necesidad de tomar fotos en estos espacios, puesto que antes armaba el proyecto de las fotos como el boleto que me permitía estar ahí mientras trabajaba. Ahora trabajo en mi estudio, en la selva pintando, y cuando salgo al aire libre lo último que busco es sacar una máquina (cámara) para solo poderme embarrar de tierra y arena como más me gusta.
¿Cómo describirías tu relación con la naturaleza y desde cuándo empezaste a tener una conexión tan importante con ella?
Soy de Colombia, donde la naturaleza es increíblemente majestuosa. Crecí yendo a la selva por carreteras que parecían sueños de hadas, viajando al Amazonas, lugares de un calibre extraordinario. Luego me mudé a Nueva York cinco años y por ese tiempo mi contacto con selvas, playas vírgenes, etcétera, se vio muy limitado y vi el impacto que tuvo eso en mi bienestar. Me fui de Nueva York buscando equilibrio y calor, y desde ese día que me fui de Manhattan me prometí que pasaría la mayor parte de mi vida lo más cerca posible de la naturaleza. No ha habido un solo día en el cual me haya arrepentido de tomar esa decisión.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Son secretos. No, pero aún es muy temprano para hablar. Pintando como loca, cometiendo muchos errores y un par de cosas lindas, pero más que nada errores, así se aprende. Exposiciones y prácticas físicas. Dándome la oportunidad de replantear mi práctica creativa, mis creencias y mi concepto de belleza.
Si tuvieras que darle un consejo a un artista emergente, ¿cuál sería?
¡Paciencia! Perseverancia y trabajo de creencias. Recordarles que van a ser rechazados, criticados y juzgados, y que no dejen que eso los detenga. Que se enfoquen en mejorar su práctica cada día y que a la gente que le guste lo que haces llegará si tú haces tu parte.
¿Qué podemos esperar de Tatiana Camacho próximamente?
¡Me haces esta pregunta en 2020 época de COVID! ¡Quién sabe qué esperar de nada! Yo solo sé lo que hay hoy. No sé que esperar de nada. Solo sé que sigo y seguiré creando y compartiendo. Siempre se puede esperar que estaré trabajando en ser la mejor y más auténtica versión de mí posible. La forma que eso tome, pues eso ya es impredecible incluso para mí.
Tatiana Camacho
BEAUTY, BIOLOGY & BELIEF
MAIA Contemporary
La exposición estará abierta con cita previa todo el mes de febrero
Entrevista realizada por Sheilla Cohen