La última exposición de Enrique Ježik y Joaquín Segura en la Galería Hilario Galguera es una reflexión conjunta sobre las diversas formas en las que el poder ha operado a lo largo de la historia y opera en la actualidad para controlar a la sociedad. La muestra aborda cuestiones como la manipulación de los medios de comunicación para infundir el miedo, la hipervigilancia y el uso de la violencia para frenar actos de confrontación o resistencia de individuos que se rebelan ante el statu quo.
La muestra está compuesta por doce obras interdisciplinarias que dialogan entre sí y revelan la crisis de desconfianza por la que actualmente atraviesa la política ante su fracaso por resolver los múltiples frentes que se vislumbran en el horizonte como el abuso del poder, la corrupción, el uso excesivo de la fuerza, la hipervigilancia e, incluso, el persistente choque ideológico que todavía existe hoy en día entre el capitalismo y el comunismo.
Por un lado, el artista de origen argentino, pero radicado en México desde hace varios años, Enrique Ježik, hace una revisión histórica sobre el uso excesivo de la violencia y sobre los diversos métodos de tortura ejercidos por las dictaduras militares en los años setenta en la mayor parte de los países latinoamericanos por medio de maquinaria que no solo ha sido utilizada para combatir al enemigo en la guerra, sino también para ejercer la fuerza en contra de los ciudadanos que no se conforman con aceptar las normas que impone el sistema.
Por ejemplo, en una sala se encuentra exhibida, probablemente, una de sus obras más perturbadoras, Para una despedida (1996), la cual consiste en una mesa con cuatro sillas eléctricas que parecieran estar habitadas por espectros de individuos que fueron torturados por ser disidentes del régimen que en aquel entonces gobernaba. De esa manera, el artista de origen argentino no solo revela el carácter destructivo de estos artefactos que están al alcance de cualquiera, sino también las múltiples formas en las que el ser humano ha abusado del poder a lo largo de la historia.
Por otra parte, Joaquín Segura aborda, por medio de múltiples técnicas y soportes, la fenomenología de la violencia, así como el papel que juegan las ideologías en la sociedad y cómo se han vuelto parte de la cultura popular. Un ejemplo son sus Cuatro tesis filosóficas (2018), que son un homenaje a las Cinco tesis filosóficas del líder comunista Mao Tse-Tung y están compuestas por gigantescos tapices tejidos a mano en los que se observa la imagen de los padres del comunismo: Stalin, Lenin y Marx. Asimismo, en Liquidaciones ideológicas (2015) aparece el rostro de Marx con una estampa con su precio.
Sin embargo, la obra que más impacta del artista mexicano en esta exposición es Pira (2016), una desoladora instalación que ahora, después de haberse cumplido el cuarto aniversario de la desaparición de los 43 normalistas en Ayotzinapa, cobra mayor vigencia. La instalación, que alude a una pira funeraria y evoca la ausencia de los cuerpos que fueron incinerados, está compuesta por 760 kilos de madera, 71 litros de gasolina y 23 llantas de repuesto; es decir, las cantidades y materiales necesarios para incinerar un cuerpo humano de acuerdo con los informes forenses de especialistas independientes que investigaron los casos de desaparición forzada en México.
El diálogo entre las obras de ambos artistas concluye con dos instalaciones ubicadas en la última sala de la galería; allí, se aprecia un gigantesco cubo de madera conformado por las ocho banderas quemadas de los países que integraron el afamado grupo G8 antes de que Rusia fuera expulsado y se convirtiera en el G7. La instalación G8 (2013) se encuentra frente a una vitrina de vidrio rodeada por un alambre de púas que en su interior contiene huesos humanos. La obra de Enrique Ježik, En defensa propia (1996), evoca a las millones de personas que han atravesado los muros fronterizos en busca de mejores oportunidades laborales en estas naciones que gozan de una economía boyante.
Mediante este intercambio de visiones, Enrique Ježik y Joaquín Segura nos hacen notar que no hay poder que no sea maquiavélico; que la estructura social está basada en una jerarquía y que, dependiendo de la posición que uno ocupa dentro de esta, mayor o menor es el acceso que tiene al poder. “Teatro de operaciones” nos recuerda que somos parte de la sociedad del espectáculo de la que habla el filósofo francés Guy Debord en su libro publicado en 1967 y que, por lo tanto, unos abusan de su posición para manipular a los demás. Es decir, aunque creamos ser libres, en realidad solo somos simples marionetas del sistema cuyos hilos son manejados por los de arriba para controlar los movimientos de los que están abajo y determinar su forma de pensar.
La exposición “Teatro de operaciones” estará abierta al público en la Galería Hilario Galguera hasta el próximo 2 de noviembre del 2018.
Texto por Sheila Cohen
Fotos por Sergio López