En un sábado de junio, el Hotel Downtown —esa joya enclavada en el Centro Histórico de la Ciudad de México— se transformó en el escenario de una nueva edición de Tardes y Noches de Mezcal Unión, una experiencia que no se trata solo de beber mezcal, sino de vivirlo.

Todo comenzó con una invitación. Una promesa de reconexión, una pausa en medio del caos citadino. Un llamado al tipo de encuentros que parecen no estar marcados en el calendario, pero que se recuerdan como si lo estuvieran.

El día arrancó con un momento íntimo. Los primeros invitados cruzaron los arcos del edificio colonial para participar en una cata guiada por Édsel Álvarez, embajador de la marca. Ahí, entre vasos pequeños y miradas curiosas, comenzó un recorrido sensorial por las tres variantes de Mezcal Unión. Más que una degustación, fue una conversación en la que el mezcal reveló su origen, su tiempo y su causa: una bebida ancestral hecha con propósito y comunidad.

El ambiente fue evolucionando con suavidad. Entre actividades creativas inspiradas en el ADN de la marca, cada asistente encontró su lugar: algunos garabateaban sobre papel kraft, otros se perdían en conversaciones o simplemente dejaban que el momento los atravesara.

A la 1:30 p.m., las puertas se abrieron al público general. El pulso del día se convirtió en fiesta. En el patio, los sonidos comenzaron a tomar forma: primero, los acordes suaves de Agustina desde Argentina; después, las vibraciones de Tulum con Jimeno; la energía local de Pedro Waiss desde la CDMX; y, finalmente, el toque francés de Evnr. La música, como el mezcal, fluyó con naturalidad.

Las copas se llenaban y se vaciaban con la misma ligereza con la que surgían nuevas conversaciones. Algunos bailaban, otros simplemente observaban. Pero todos compartían una misma sensación: la de ser parte de algo más grande. Porque Tardes y Noches de Mezcal Unión no es un evento, es un gesto de comunidad, una forma de volver a lo esencial: reunirnos, crear, celebrar.

Entre luces cálidas, arquitectura porosa y una luna que asomaba entre las alturas del Centro Histórico, el día encontró su final. Pero lo que sucedió ahí —esa suma de música, mezcal, arte y humanidad— se quedó latiendo, como una historia que no necesita conclusión.

IG. @mezcalunion

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