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Santiago Arau, retratos de la pandemia

El arte de fotografiar desde los drones se convirtió en uno de sus sellos distintivos, al documentar espacios y sucesos significativos en la historia reciente del país, desde inolvidables marchas y protestas, hasta paisajes volcánicos o reconocidos festivales. El ojo fotográfico de Santiago Arau ha recorrido el mundo y hoy, el también cineasta nos cuenta su experiencia al narrar visualmente el último año de pandemia.

Desde marzo de 2020, el fotógrafo comenzó a documentar lo que pensó sería un proyecto más sobre la Ciudad de México, esta vez, en cuarentena. Con el paso de las semanas, Santiago Arau desarrolló un complejo relato con imágenes tomadas en cárceles, hospitales, estaciones del metro y basureros, donde además de mostrar los efectos inmediatos de la pandemia, nos invita a reflexionar sobre diversas problemáticas que esta ha revelado, en lo personal y lo colectivo. Un libro y una exposición darán testimonio de este nuevo trabajo visual de Santiago Arau.

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¿Cómo escoges los temas que abordarás en tus imágenes?

Es algo totalmente interno, una experiencia que me hace cuestionarme. En este caso en particular, cuando muchas personas tienen que quedarse en casa, mi labor me hace salir y reflexionar.

A través de la fotografía captas las emociones de una manera sorprendente. ¿Cómo logras conectar con la gente?

Simplemente compartiendo lo que me sorprende. Si yo tomo una fotografía, y puedo transmitir lo que estoy viendo y además hacer sentir a otras personas sensaciones parecidas a las que estoy viviendo, es ahí cuando mi trabajo logra una cercanía con los demás. Lo hago de una manera innata, he tenido la cámara durante más de 20 años conmigo. A partir de las técnicas y de mi experiencia laboral en fotografía documental sé exactamente qué aspectos quiero mostrar y cómo transmitir la idea.

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Se trata de tener una narrativa visual, generar contextos y explicarlos. Un ejemplo muy atinado es: si pongo una fotografía de un basurero a 500 metros de altura desde el dron, resulta algo muy abstracto, se ve una mancha blanca con varios puntos. Pero si bajo un poco el dron, tomo otra fotografía, la pongo junto a la primera y veo los camiones de basura o las casas, entonces entiendo el contexto, el tamaño y la inmensidad de lo que representa. Luego, si lo bajo aún más y tomo los detalles hasta hacer un zoom in a las moscas, ahí es cuan- do puedo explicar cómo y de qué manera se percibe el mundo.

¿Cómo abordaste el tema de la pandemia?

La utilicé como una especie de pretexto para hablar de problemáticas como la desigualdad social en México. El famoso “quédate en casa” no aplica para todos. Muchas personas no pueden hacerlo, porque el abanico social en México es gigantesco. Por ejemplo, la escena del Paseo de la Reforma vacío, pero el metro Pantitlán, el mismo día, totalmente lleno, habla de esta dualidad.

SE TRATA DE TENER UNA NARRATIVA VISUAL, GENERAR CONTEXTOS Y EXPLICARLOS.

¿Cómo viviste el proceso?

Tomé una fotografía del Zócalo, un jueves a las siete de la tarde durante abril, cuando normalmente está llenísimo y en la fotografía sale vacío, solamente había una barrendera. Comencé a hacer una serie de retratos de gente que no se podía quedar en casa y me di cuenta de que, en el caso de las barrenderas, se trataba de mujeres sobre los 50 años, limpiando la calle en plena cuarentena, cuando las investigaciones decían que el virus afectaba mucho menos a personas jóvenes y sanas. Y me di cuenta de que estaban limpian- do residuos relacionados con el virus: cubrebocas, plásticos, tapetes que se cargan a un camión y se mandan directamente al bordo de Xochiaca.

Xochiaca es mares y montañas de plásticos y residuos. ¿De dónde viene todo eso?

Se vende en tiendas que ofrecen solo artículos para la covid. Esto me lleva a las fotografías donde grupos de gente salen a consumir. Durante El Buen Fin de 2020 fue impresionante ver el centro de la ciudad totalmente lleno con personas usando cubrebocas. Todas esas fotografías hacen un contraste con los lugares que al principio de la pandemia veíamos vacíos y, poco a poco, cómo fueron recuperándose.

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Para recopilar este material viste muy de cerca los daños sociales y físicos ocasionados por el virus. Fueron varias cosas. Me impresiona el basurero, es una escena que parece el infierno y es aún más impactante saber que hay gente viviendo ahí, ¡es impensable! Cuando estaba en los hospitales, las fotografías que tomé de los enfermos, cuando los estaban entubando; las escenas de los cuerpos con covid que tenían que ser incinerados, donde las familias no podían despedirse de sus seres queridos de una manera normal; los trabajadores que deberían de estar en su casa con sus familias, protegiéndose del virus, y no barriendo las calles; niños menores de 10 años vendiendo cosas en el metro durante la pandemia. Este encuentro con mundos distintos al mío, me hacen darme cuenta de que estoy en una sociedad muy desigual y la manera en que estamos viviendo esto es preocupante.

¿Cuál es el objetivo de este proyecto?

Mi objetivo es mostrar –y tal vez intentar cambiarla forma en la que estamos viviendo y también que quede un archivo para la historia. En 100 o 200 años, no sé cuál será la lectura de estas fotografías al ver que hay un basurero de muchas hectáreas cubriendo lo que antes era un lago. Xochiaca significa “flores a un lado del lago” y hoy es un mar de basura. Estas escenas, en pleno 2021, no tienen mucho sentido.

La fotografía de reportaje tiene un componente importante de riesgo ¿cómo lo asumiste en este caso?

Lo asumo dependiendo de lo que quiero comunicar. Decidí correr el riesgo de enfermarme porque no tengo hijos y vivo solo. Aunque tomaba todas las precauciones era muy complicado porque, ponte a pensar: cuando salías de tu casa, en abril, pensabas que traías el virus en los zapatos. Mis zapatos habían caminado sobre un pabellón de hospital con 50 enfermos de covid, así que llegaba a la casa y dejaba todo afuera. Aún así, cuando me estaba bañando sentía que el virus estaba cayendo de nuevo sobre mi cara, como cuando acabas de hacer ejercicio y el sudor te sabe en la boca.

¿Cómo lo viviste a nivel emocional?

Fue cansado porque la instrucción del gobierno y de especialistas es: alejate del virus. No solamente en México, sino en el mundo: quédate en casa o a seis pies de distancia de otra persona. Y de pronto, a pesar de estar protegido, me encontraba directamente con el virus: en un vagón del metro o en un pabellón.

¿Por qué decidiste exponer tu obra en el Museo Interactivo de Economía?

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Además de que tengo muy buena relación con Silvia Singer, la directora del museo, desde hace muchos años. Casualmente el MIDE y el tema de las fotografías tienen mucho que ver: es una exposición con tintes políticos, sociales y económicos. Una parte importante es la diferencia de mundos. Seguramente, si hiciéramos un comparativo de cuánto vale Amazon y cuánto valía antes, podría asegurar que es por eso que Jeff Bezos está visitando el espacio de vacaciones, mientras hay una señora viviendo en la basura, tirando o recogiendo las 80 cajas y plásticos que recibes cuando te llega un paquete de Amazon.

¿Cuáles son tus reflexiones finales?

Creo que estamos invirtiendo dinero en cosas que no son importantes, que se está gastando energía, que no se están haciendo proyectos a largo plazo, que no estamos descansando, que estamos todo el tiempo pegados en pantallas de computadoras. Me doy cuenta de lo que a mí me interesa, me importa y me preocupa para mostrarlo y de cierta manera, tal vez, tratar de modificarlo en mi vida.

El proyecto lleva más de un año en desarrollo, aunque ya en el último tramo, que es cómo voy a contar la historia de todos los lugares en los que estuve: la cárcel, el basurero, las escuelas, fotografías del movimiento feminista, del presidente, de los hospitales. Pensé: ¿Por dónde voy a empezar? Cada imagen es un eslabón que me lleva a la otra. México y sus jacarandas, los doctores con las marcas de la batalla, personas abrazadas con plásticos y máscaras, como salidos de una escena de Chernobyl. O tal vez los lugares donde se veían animales recobrando su propio espacio. Y, por otro lado, ¿qué sigue después, cuando el mundo vuelva a tomar el ritmo? Esta es la historia que se va a contar en la exposición y en el libro. En el segundo caso, es un proyecto en construcción. Ya llegará el momento en donde diga: exploté todo, fui por to- dos los caminos y no tengo más que contar.

¿Consideras que hay un Santiago Arau antes y después de la pandemia?

Definitivamente, aunque no considero que la pandemia fue lo que me cambió. La pandemia me lleva a una reflexión y a un cambio, pero podría decir que mi forma de trabajar cambió. Hace un año pensaba que el tema económico era fundamental, hoy me doy cuenta de que mi tiempo y mi mente los quiero tener en mi proyecto.

En la pandemia me sentí libre por momentos, aprendí que uno tiene que descansar. Parece contradictorio, pero este año he tomado muy pocas fotografías y siento que mi trabajo tiene mucha más potencia, porque estoy concentrado. Estoy aprendiendo a decir “no”, a trabajar y poner la energía en lo que realmente quiero.

Entrevista a Santiago Arau por: Isabel Flores
Fotos: Cortesía de Santiago Arau