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Marina De Tavira, la musa y el mito

Sin duda alguna, Marina de Tavira es una de las actrices más destacadas de México. Su nominación a un premio Oscar como Mejor Actriz de Reparto por su interpretación en la película Roma (2018), además de cerca de 30 puestas en escena y varios largometrajes, nos hablan de una rica trayectoria en la industria de la actuación.

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De nuevo la encontramos sobre las tablas, pero esta vez la puesta en escena se presenta en formato digital. La obra es El paraíso de la invención, escrita por Isabela Coppel, quien además codirigió la obra de la mano de Lorena Maza, y en ella Marina personifica a la esposa y musa de un artista atormentado. En exclusiva, la actriz nos cuenta acerca de su paradójica experiencia en el “teatro virtual” y nos ilumina con su mirada sobre la profesión de ser actriz.

Tienes una extensa y exitosa trayectoria. ¿Cuándo y cómo descubriste que serías actriz?

Lo supe desde que era niña. Veía mucho teatro. Mi papá ensayaba con un grupo en la casa y yo pasaba horas viendo esos ensayos. Mi mamá tomaba cursos de expresión corporal también en nuestra casa, así que creo que siempre supe que me quería dedicar a eso. Solo que mi papá siempre me ad- vertía que era un mundo de mu- cho sacrifico y disciplina.

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Eres una actriz multifacética. ¿En qué medio te sientes más a gusto?

Yo me entrené para el teatro y ahí estaban puestos todos mis sueños y todas mis convicciones. La vida va trazando su propio camino. La verdad es que, sin importar el medio, a mí me interesan los trabajos que reflejen el drama de la existencia humana y que ofrezcan un espejo para el conocimiento.

¿Cuál fue tu primera impresión cuando escuchaste acerca de una obra de teatro virtual?

Que la sola frase era una contradicción en sí misma. [Risas]. El teatro es el arte de la presencia. Eso lo define y lo hace único. La presencia de los actores, de las actrices y del público al mismo tiempo. Estos esfuerzos los entiendo como un homenaje al teatro y un recordatorio de su condición indispensable e insustituible.

Esta era de pandemia nos obliga a reinventar lo que conocíamos como normalidad. ¿Qué particularidades tiene este nuevo formato teatral?

En el caso de El paraíso de la invención fuimos muy rigurosos en cuanto al proceso de ensayos. No nos saltamos nada, como si fuera a ser realmente una temporada teatral. Después, al entrar al teatro, tuvimos que adecuarnos al ojo de las cámaras y a la ausencia de público. Nunca supimos lo que era tener de cerca las reacciones del público. La obra quedó grabada en un recinto teatral y llegará a las casas de las personas. Eso es lo que por ahora podemos hacer para no olvidar el teatro. Este proceso, además, se realizó bajo un estricto protocolo para prevenir posibles contagios.

¿Cuál fue el mayor reto que enfrentaste al hacer teatro virtual?

Fueron varios. Ensayar toda la primera etapa por videoconferencias y no poder ver los ojos del otro actor o la otra actriz. Después, cuando los ensayos se volvieron presenciales, ensayar con tapabocas; no nos los quitamos hasta el día de la grabación. La preocupación de poner en riesgo a tus compañeras y compañeros o a tu núcleo familiar y, lo más difícil de todo, saber que solo daríamos esa única función y no una temporada con una vida larga.

Si tuvieras que resumir El paraíso de la invención en una frase, ¿cuál sería?

La tragedia que subyace en el núcleo familiar imposibilita para siempre la recuperación del paraíso.

En esta obra de teatro personificas a la musa de un escritor. ¿Qué tabúes crees que conlleva el término “musa”?

En la mitología griega una musa es una divinidad que inspira a las artes. En la obra es el personaje de la madre, y después el de la hija, el que toma el lugar de la musa como inspiración de un gran artista hombre. Creo que a lo largo de la historia ha existido la idea de que ser una musa es un rol pasivo y muchas veces referido a la belleza de una mujer, que además no durará. Sería interesante preguntarnos por el fenómeno de la inspiración: ¿dónde ocurre? ¿cómo se da? Tal vez entonces podríamos hablar más profunda y responsablemente sobre lo que los griegos querían decir cuando inventaron el concepto. En la obra mi personaje se da cuenta de que no quiere heredarle a su hija el destino que ella y su madre tuvieron al ser consideradas como musa temporal de un hombre.

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Aparte de tus talentos artísticos, ¿tienes algún talento secreto?

Tengo buena memoria, puedo acordarme con muchísimo detalle de alguna obra de teatro que vi hace veinte años, por ejemplo.

¿Crees que el teatro vuelva a ser el mismo post-pandemia?

No lo creo y tampoco espero que vuelva a ser lo mismo. Estos meses han sido una tremenda sacudida para la humanidad entera. Tenemos que salir de esto con muchas preguntas y ese es también el objetivo del teatro: plantear las preguntas fundamentales.

¿Cuál fue la mayor lección que te dejó El paraíso de la invención?

La profunda necesidad de teatro que tenemos y lo mucho que perdería el mundo sin él.

¿Cuál es tu parte favorita de ser actriz?

Tener muchas vidas en una.

Eres fuente de inspiración para muchos. ¿Cuál es el mejor consejo que les darías a quienes comienzan?

Creo que sería tratar de encontrar lo que verdaderamente les hace felices y alejarse de los espejismos.

¿A qué mujeres admiras?

¡A muchísimas! Pero hoy diría que admiro profundamente a las jóvenes que están tomando las calles para exigir un mejor futuro para las niñas y las que están por nacer.

¿Cómo definirías el éxito?

“Éxito” me parece una palabra engañosa que muchas veces te lleva por el camino equivocado. Lo que sí podría decir es que no se puede buscar afuera; en todo caso, debería ser una sensación que vive dentro de uno mismo. Algo así como estar contento con la vida que se ha elegido.

¿Cuál sería un sueño aún por cumplir?

Que en cada etapa de mi vida encuentre ese personaje que quiere ser encarnado por mí y que eso siempre sea una fuente de conocimiento personal.

Entrevista por: Inés Abouchard Leal
Fotos: cortesía