La casa reitera su nombre en México al deleitarnos con su misterioso y delicado mundo, caracterizado por su savoir-faire y su ya icónica feminidad implementada en todos los detalles de sus colecciones y productos. Ubicado en una espectacular casona en la emergente colonia Juárez –que acoge la galería Marso desde el año pasado- tuvo lugar la exposición de su más reciente colección y sus icónicas fragancias.
La casa francesa fue fundada y regida por la familia Ricci desde 1932. En ella, Nina por su técnica y gusto por los colores y materiales, se dedicó al ready-to-wear con su intrínseco toque de simplicidad y ese je ne sais quoi, que vemos aún presente en las colecciones de hoy en día. Telas satinadas, transparencias, plumas y lentejuelas, son algunos de los detalles que se vieron en la colección expuesta –consiguiendo siempre sacar el lado más femenino de cada mujer.
Sin embargo son los perfumes de la firma los que han robado miradas desde la creación del primero en 1941 por Robert Ricci, hijo de Nina Ricci. Desde entonces las fragancias se han vuelto punto referencial de la marca, una manera de expresar lo más profundo del alma de cada mujer –como Nina lo creía. Por otro lado, todas sus colaboraciones artísticas han sido también a través de sus perfumes, siendo el primero y su principal colaborador la afamada casa de cristalería Lalique; la cual creó el envase de su icónico perfume L’art du temps. El primer perfume que mezcló esencias picantes y florales al mismo tiempo: en su caso, concentrado de clavel y esencia de sándalo de Sri Lanka. Al que le siguieron otros, ya emblemas de la casa, como Les Belles de Nina, con tonos sensuales y las inconfundibles notas incandescentes de L’Extase.
Actualmente cuentan con más de 5000 envases distintos-fruto de distintas colaboraciones- las cuales representan cada una, una historia distinta y una etapa diferente en la emancipación de cada mujer. Más que un envase, es una forma de portar un recuerdo el cual llevar consigo siempre.
