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Tenemos que hablar del ébola

La República Democrática del Congo necesita ayuda. En los últimos meses, los casos de ébola han aumentado como nunca, la falta de confianza en el gobierno y en los trabajadores de la salud están complicando la ya de por sí compleja situación.

La crisis del ébola en el este del Congo es la más grande que se haya registrado en la historia y se está saliendo de control. Aunque en 2013 se pudo “contener” en otros países africanos, gracias a una vacuna eficiente, el brote del Congo ha retomado fuerzas en los últimos dos meses, en gran parte debido a la desconfianza de la población.

El ébola es un virus que se transmite de animales a personas y posteriormente entre seres humanos a través de fluidos corporales. La mitad de las personas que lo con- traen mueren, ya que todavía no hay un tratamiento efectivo, aunque se han proba- do distintas técnicas, desde transfusiones de sangre, hasta terapia inmunológica.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 1,150 personas han muerto hasta ahora en el Congo, pero este número no necesariamente se ajusta a la realidad. Según algunos trabajadores del sector salud, ha habido muertes en las que por la desconfianza, los familiares no permiten que los doctores revisen los cadáveres para definir si estaban infectados por el virus.

Este último brote de ébola se descubrió en verano del año pasado y desde entonces los trabajadores de la salud de varias organizaciones internacionales estaban preocupa- dos, y con razón. La República Democrática del Congo ha sido un campo de batalla des- de hace varios años, especial- mente el este del país, donde docenas de grupos armados se pelean por tierras, recursos naturales, o por razones religiosas o étnicas. A pesar de este complejo escenario, en aquel verano, los trabajadores humanitarios creían que podrían tratar el virus.

Habiendo sobrevivido al brote del oeste de África de 2013 (que dejó más de 11,000 víctimas) y teniendo el mejor equipo médico, las organizaciones internacionales pensaron que la contención no tomaría tan- to tiempo. Pero se llevaron una sorpresa. Los primeros casos de 2018 se registraron en las zonas más pobladas del Congo. Y mientras que la enfermedad crecía, algunos políticos locales empezaron a publicar información errónea, diciendo que el gobierno federal o alguien más había importado el virus. De manera paralela, la presencia del ejército y de los grupos armados causó una desconfianza total. Los ciudadanos ya no sabían en quién creer y los trabajadores internacionales, acompañados siempre de guardias, empezaron a ser vistos como el enemigo.

En lo que va de este año, varios centros médicos han sido atacados por grupos armados y las labores de enfermería o manejo de los cadáveres (que son altamente contagiosos) están siendo cada vez más complica- das porque los ciudadanos han empezado a atacar a quienes las llevan a cabo. Como respuesta, algunos trabajadores internacionales han abandonado las zonas con más casos y el virus se está esparciendo de forma acelerada.

¿Qué se puede hacer por ahora? Los doctores que han opta- do por quedarse están haciendo lo que pueden. Más de 110,000 personas han sido vacunadas y afortunadamente, han logrado que la enfermedad se mantenga en la región en la que se detectó en el verano de 2018. Mientras tanto, un grupo de locales sigue tratando de enterrar los cadáveres que, se cree, han sido infectados, a pesar de que las familias se resistan.

FUENTES

https://www.nytimes.com/2019/05/19/world/africa/ebola-outbreak-congo.html

https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/ebola-virus-disease

https://www.cfr.org/backgrounder/ebola-virus

Texto por Mercedes Migoya
@mercedesmigoya

Ilustración por @camdelafu